Carta de Dios Padre

domingo, 2 de julio de
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Querido Hijo:

Cuando estabas en el vientre de tu mamá, cuando aún no habías oído hablar de mí, yo ya te conocía y desde siempre me juré a mí mismo amarte con Amor Eterno.

Me alegré mucho el día de tu Bautismo porque tu corazón estaba limpio e inocente, bañado con la Luz de mi Espíritu. ¡Cómo resplandecías!¡Parecías irradiar Luz a tu alrededor!

Te vi crecer, fui testigo de tus travesuras, tus alegrías, de tus tristezas, cómo jugabas con tus amigos, con tus juguetes. Me acuerdo aún de tu primer día en el colegio.

Te voy a contar un secreto: Viéndote crecer, viéndote vivir, me sentí feliz de haber tenido alguna vez la idea de crear a los hombres y especialmente a vos. Y si miras a tu alrededor hay muchos hermanos para que puedas experimentar la alegría de amar, compartir, de vivir la amistad, el deporte, el estudio, el baile. ¡Sí, realmente valió la pena crear el universo!

 

Volviendo al tema, te digo que también sé que tu corazón no es enteramente bueno. Conozco tus debilidades, tus defectos, tus pecados, tus errores y… ¿sabés una cosa? En parte me entristecen esas cosas tuyas, pero también me alegran. Me alegran porque ese es el riesgo de haberte creado libre, libre de amar o no, libre de ser bueno o no, pero yo confío mucho en vos.

Si, si alguien te quiere y cree en vos, te aseguro que lo desafío y le gano. YO TE CREO, TE COMPRENDO Y ESPERO DE VOS MÁS QUE NADIE.

 

¿Qué espero de vos? ¿Qué te parece a vos que puedo esperar? Espero una sola cosa: QUE SEAS FELIZ. Sí, quiero a toda costa, y me lo he propuesto seriamente, que seas feliz. En el fondo, todas mis intervenciones en mi historia y en la historia de los hombres son para eso: para que descubran el camino a la felicidad.

Por eso puse en tu corazón ese anhelo de ser feliz, sí, esas ganas de plenitud que vos tenés…

 

¿Y sabés cual fue el regalo más importante que te hice? Como veía que podrías necesitar mi ayuda, te regalé a mi propio Hijo, a Jesús, para que les enseñará el camino y la verdad que conduce a la vida. Él murió para que percibieran el amor que les tengo a todos los hombres y lo resucité de entre los muertos y a vos también te voy a resucitar un día. Pero en realidad yo quiero resucitarte hoy mismo, sí, hoy quiero hacer contigo grandes cosas. Quiero ofrecerte mi amistad, mi amor y mi cariño, ese que te prometí para toda la vida, desde el mismo día en que te llamé a la existencia. Te quiero mucho.

Bueno, te seguiría escribiendo por toda la eternidad, porque me encanta estar con los que amo. Y por suerte soy omnipresente, es decir, que me meto en todo y entonces puedo dedicarme “full time” a cada uno de ustedes. Esa es mi pasión: amar, amar, y si me canso de amar sigo amando para descansar.

Te dejo mis contactos: me podes encontrar en los Evangelios, en la Iglesia, en la naturaleza, que es todo un regalo para vos. Y si te fallan todos esos contactos, te dejo el teléfono de emergencia, el Sagrario, ahí está mi Hijo Jesús. Allí le podés decir a Él todo lo que quieras y lo que necesitas, que Él me lo dice.

Y si quieres que nos encontremos, ¿sabes dónde puedo estar? En tus hermanos. Te los digo con nombre y apellido: los pobres, los enfermos, los presos, los antipáticos, los tristes, los tímidos… son muchos. Y te cuento un último secreto: esos son mis preferidos, pero mis preferidos en serio, eh…

Te quiero,

Dios, Padre

 

Mariela Cruz