¿Qué tal amigos de Oleada Joven? Hoy les traigo una anécdota:
Hacían unos meses que había llegado a Bogotá. Estaba colaborando en la parroquia, con el grupo de monaguillos y entre ellos había uno que ese día iniciaría su servicio, recibiendo el alba.
Yo le conocía poco, pero accedí a ser el que le pusiera el alba. Poco a poco empecé a jugar con él, haciéndole cosquillas, mimándole, contándole cosas de mi pueblo y de México en general. La amistad con el niño comenzó a surgir, y en ocasiones le alzaba en mis hombros y le llevaba a casa o a la Parroquia. El cariño fraterno por ese chico poco a poco comenzó a crecer. Y se sentía que el cariño de él, hacia mí también.
Un día, mientras le bajaba de mis hombros, queriendo ponerlo a prueba, quise “medir” su cariño hacia mí, haciendo una pregunta:
-Oye, del uno al diez, ¿Cuánto me quieres?
Él, ya estando abajo, me miró a los ojos, -con una mirada de esas que no se olvidan- y me dijo:
-Hasta el cien.
Esta anécdota me recuerda a mí, el amor de Dios por nosotros, que lo queremos medir este misterio con una porción muy pequeña, y Dios nos ama inmensamente.