Apatía

viernes, 25 de agosto de
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No paro de caminar en la telaraña de calles céntricas que esconden tantos secretos en ésas miradas que me rodean. Suena el celular con un mensaje que dejo pasar, no tengo tiempo, no es alguien importante. Busco una pausa en una Iglesia y le pido respuestas al Nazareno. Rezo la oración que él enseñó pausadamente y me doy cuenta lentamente.

 

Estoy aún en el atrio y atolondradamente llamo al emisor del mensaje ignorado. Recuerdo súbitamente las palabras del Discípulo amado acerca de la mentira en que cae quien dice amar a Dios a quien no ve y no ama a su prójimo a quien ve. 

 

A la hora tengo un tesoro en mis manos. Hablé por teléfono un buen tiempo con ése “ignorado”. Se sorprendió con la charla e intercambiamos risas. El camino se hace más ancho para los dos de repente.

 

¿Cuántas palabras y sonrisas entraban en ése tiempo que creía ahorrar? ¿Quién define en última instancia la importancia del otro si nos perdemos caminando hipnotizados?

 

Al final, comprobé nuevamente que el de arriba siempre tiene algo que enseñar. 

 

Nacho Lemos