Enséñame a amar

viernes, 1 de septiembre de
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Hace poco estaba intentando ponerme en oración y venía con “desperfectos técnicos”, se podría decir que la conexión andaba mal de cables. Me estaba costando dejar el monólogo que mantenía conmigo mismo y entablar el diálogo con Dios, hacer silencio y disponerme a escucharlo. No sabía cómo empezar entonces agarré un librito del Espíritu Santo de Victor Manuel Fernández y una parte que leí decía:

 

“Pero como el amor no se fabrica ni se inventa con las capacidades humanas, hay que pedirlo como un regalo sublime del Espíritu Santo. ¡Ven Espíritu Santo, y enséñame a amar!”

 

Tomé esto como una invitación para ese ratito de oración: abrirme a ese regalo, a ese Amor.
Inmediatamente lo relacioné, por un lado, con mi querer amar, es decir, poder amarlo a Él y también a los demás, y por otro, con mi profundo deseo de sentir su Amor en mi corazón y también en el encuentro con los demás… o más simple, sentirme amado.

 

Asique me lanzé a esa aventura silenciosa, a ese desafío que me ponía Dios de olvidarme un poquito de mis palabras y de mis “desperfectos técnicos” de la oración y dejarlo a Él que hable, que me enseñe cómo amarlo, a Él y su voluntad para mí y que me diga qué tenía que hacer para crecer en el amor a los demás.

 

Pensaba que iba a descubrir una fórmula o una serie de pasos para el amor, que iba a terminar la oración sabiendo cómo amar, cómo ser un buen discípulo, cómo ser un experto “amador” de las personas que me rodean.

 

Pero me resonó muy fuerte en el corazón algo que me cambió totalmente el paradigma. Fueron sólo dos palabras: “Te amo”.

 

Lo que siguió a esa experiencia es muy difícil ponerlo en palabras, pero puedo contar que buscando cómo dar amor, recibí el Amor en primera persona. Queriendo amarlo a Él, me encontré que yo soy amado por Él. Queriendo entender el Amor, Él me dijo con dos palabras que no intentara entender tanto, que reciba su Amor y de la misma forma ame a los demás.

 

Fue una gracia muy grande que recibí el poder disponerme para esos minutos de oración y escuchar su voz que me decía “vos sos mi amado”. Aprendí que en el Amor no hay muchas explicaciones ni personas que hablen mejor o peor sobre el tema. Sólo Dios es quien nos enseña el Amor; hay que pedirle que nos enseñe, reconociendo nuestra falta de Amor y pequeñez, y haciendo silencio para que Él nos diga lo que necesitamos escuchar; y por último, el primer paso para Amar no lo damos nosotros sino que lo da Él: Dios nos ama, por eso nosotros podemos amarlo y podemos aprender a amar más y mejor a los demás, una vez que experimentamos el Amor verdadero.

 

Cristian Ignacio