Nota mental: Fui llamado a cosas grandes.
Sin dudas Jesús fue un gran maestro, un gran pedagogo que además de transferir sus conocimientos y tener empatía, deleitaba a sus interlocutores con historias que llegaban y llegan al corazón de los que todavía hoy seguimos estando atentos a sus mensajes.
Nos cuenta el evangelio de San Mateo de la historia de diez vírgenes divididas en dos grandes extremos: necias y prudentes. Éstas representan, a mi parecer, dos caminos por el cual el joven puede optar y transitar en la vida.
En primer lugar, nos narra la palabra que las necias tomaron sus lámparas, es decir, asumieron el compromiso de ir a acompañar al esposo en su noche especial. Pero se olvidaron de un detalle: no cargaron de aceite sus lámparas.
En segundo lugar, las prudentes, no solo tomaron sus lámparas para ir junto al esposo, sino que, a diferencia de las primeras, cargaron de aceite sus frascos porque querían que todo sea perfecto en esa noche tan especial para Aquel a quien servían.
Entonces, llegó la noche, el novio demoraba, y el sueño llegó a las siervas. Hasta que de pronto escucharon oír que ya se acercaba. Y si ¡ya llegaba el amado! A quién antes del anochecer tanto habían esperado. Gran sorpresa para las necias, estas solo pensaron en lo momentáneo, en que con su presencia y con un objeto bastaría. Al esposo siempre hay que darle lo mejor, fue éste el pensamiento de las prudentes. Ellas querían alumbrar de la mejor manera al novio, querían que todos vean lo hermoso que era, por eso se prepararon con mucho entusiasmo, buscando incluso la perfección. Las necias, desesperadas por la llegada del esposo piden a las prudentes que les doten un poco de aceite, grata sorpresa la respuesta de aquellas “No va a alcanzar para todas. Es mejor que vayan a comprarlo al mercado”. Ante la respuesta de las muchachas, podríamos pensar: ¡qué egoístas! ¡no saben compartir! Pero es aquí cuando debemos recordar que Jesús las llama prudentes porque de alguna forma lo que quiere darnos a entender es que el joven debe actuar de manera sensata y justa. El joven prudente no es aquel que toma el camino cómodo donde todo le será fácil ¡todo lo contrario! es aquél que busca el bienestar no solo personal, sino también el del otro. El prudente es el que no anula a la otra persona, sino que la impulsa hacia el bien y confía en que los demás también pueden hacerlo porque muy bien sabe que fue creado por el amor de los amores.
Es acá donde, después de muchas palabras, podemos advertir los dos grandes caminos que plantea esta lectura: el camino que lleva a una vida sin sentido y el que lleva a la felicidad plena. No fuiste llamado a vivir una vida fácil abrigado por el comodismo y los ornatos pasajeros. Fuiste llamado al camino paradójico, donde lo agrio y doloroso adquiere dulzor y alegría, donde cada mañana es esperanzadora y al abrir los ojos la necesidad de hablar de amor con aquel que sabes que te ama, invade e inquieta tu vida y te impulsa a hacer el bien en y con los demás.