Hay muchos ámbitos en el terreno de la vida del cristiano que deben ser claramente visibles para poder caminar siendo Testigo de Jesús.
Sabemos que Dios nos llama por nuestro propio nombre y que nuestro encuentro con Él pasa por un camino que nos es bastante peculiar.
¡Que reconfortante es que en la hora de la duda o de las dificultades, pensar que está todo digitado por Dios!
¿Te lo pusiste a pensar alguna vez? Acá encontramos claramente una visión de Dios bastante primitiva y contradictoria con el Dios Padre que Jesús nos reveló, ya que ponemos a Dios en el lugar de titiritero de nuestras suertes y hechos, y hasta muchas veces solemos esconder atrás de la voluntad de Dios nuestras inseguridades, para tener una respuesta lógica y ordenada a lo que me pasa hoy.
Queda clarísimo que tal imagen no puede de ninguna manera expresar la actitud del Dios de la Alianza que vino a salvar lo que estaba perdido. Y para que esto no suceda, siempre es claro, con la asistencia del Espíritu iluminador, tener en claro unos aspectos que luego podrán servirnos a la hora de la oración y de la lectura cristiana de lo que hoy me pasa.
El discernimiento sobre un camino a tomar no nos revela tal cual los proyectos de Dios sobre nuestra vida, sino que nos predispone a reconocer, entre nuestros deseos y nuestras expectativas, aquello que pueda remitirnos al Espíritu Santo, y por ende, a reconocer a Dios que camina al lado nuestro en estas decisiones.
La voluntad de Dios, en todos los casos, no es que haga esto o aquello en base a un conjunto de normas morales/éticas, sino que por el contrario, es hacer el buen uso de la facultad y derecho humano de elegir, que pueda de esta manera escoger la manera más fecunda de poder realizar mi propia vida.
Lo que Dios quiere de mi no es que yo elija tal o cual camino previsto por Él desde toda la eternidad, sino que por el contrario, se trata de poder inventar mi respuesta ante su presencia y su llamada a ser FELIZ.
Solo así, por consecuencia, podemos ver que Dios nos invita a cada uno de nosotros a dar, de nuestra libertad y la imagen que tenemos de Él, nuestra propia impronta, con la misión de reflejar en nuestra vida la santidad del Padre.
A todo esto, la respuesta que le daremos no está escrita en ningún lado, solo la vas descubriendo a medida que vas caminando. Algo así como los melones en el camión, que se acomodan solamente en el camino andando, aunque cuando se desacomodan porque se comieron una loma de burro, van a buscar siempre, por ley misma de la materia, su equilibrio, su lugar concreto para poder ser entre las otras.
En esto, el Evangelio NO NOS DICTA JAMÁS una elección, sino que por el contrario, nos abre horizontes a nuestro deseo de traslucir la santidad del Padre.
En este diálogo de dos libertades, me doy cuenta que mi decisión está en consonancia con la voluntad de Dios cuando puedo afirmar que ella me hace PURA Y EXCLUSIVAMENTE LIBRE, es decir, da a mi vida coherencia y sentido y unifica mi pasado, abriéndome a un nuevo futuro. Se trata de SER con Dios no de hacer lo que Él quiera.
Para concluir, yo creo que a veces, a Dios lo ponemos como el cajero de Mc Donald´s. Quizás ese cajero tuvo un día terrible, explotado en su trabajo, muchas veces denigrado, pero tiene la obligación de poner la mejor cara cuando un cliente viene a pedirle su combo, ese combo que, el cliente, ya venía pensando en el camino hacia el local con ganas de degustar, aunque muchas veces se da cuenta que quizás a esa hamburguesa le falta la lechuga, el tomate, le pusieron 5 kilos de hielo en la bebida o se pasaron con la sal en las papas.
Lo peor es que después el cliente vuelve a quejarse con el cajero “Dios”, y Él tiene que intentar poner la mejor cara para que el cliente se vaya, dentro de todo, contento.
¿Será que Dios, en vez del cajero, no es el amigo que te primerea cuando estás bajón, a altas horas de la noche, y nos acompaña a pedir el combo en Mc Donald´s?