Cada 16 de agosto la Iglesia celebra a San Roque, quien junto a San Sebastian es abogado de las epidemias, en especial de la peste, y junto a San Antonio Abad el patrón de los animales, en especial de los perros. Su culto, en lo que a mascotas se refiere, está muy extendido en especial en Sudamérica, donde es muy frecuente encomendarse a él, cuando nuestras mascotas enferman o se pierden.
San Roque nació a mediados del 1300 de Montpellier (Francia). Hijo único y tardío de una familia devota y muy pudiente (su padre era el Gobernador de la ciudad), quedó huérfano a los 20 años. Al perder a sus padres decició vender todas sus posesiones y peregrinar a Roma.
Al poco de comenzar su peregrinación se desató en Europa la epidemia de la peste negra que acabó con la vida de un tercio de la población europea. A partir de ese momento San Roque, que siempre había tenido gran amor por los pobres y por los enfermos, y probablemente conocimiento de medicina ya que en su ciudad natal se encontraba la que por entonces era una de las Facultades de Medicina más prestigiosa de Europa, comenzó a atender a los enfermos que habían contraído la enfermedad.
En su camino a Roma, cuando se encontraba en la provincia de la Toscana se dispuso a ayudar en el hospital de Acquapendente a los enfermos de la peste. A muchos los curó haciéndoles sólo la señal de la Cruz en la frente, a otros los ayudó en el “Buen Morir”, y a otros muchos que fallecían, él mismo les cavaba las tumbas y les daba sepultura, ya que nadie se quería acercar a los cadáveres por miedo al contagio.
Siguiendo su peregrinar, en la ciudad de Cesanea curó a un Cardenal, el cual lo presentaría con posterioridad al Papa. En Rimini continuó sanando a la gente y predicando el evangelio, pero cuando llegó a Piacenza contrajo la enfermad, y se retiró al bosque, a una cueva, para no suponer una carga ni una fuente de contagio para nadie.
Pero Dios, en su infinita Misericordia, tenía otros planes para Roque, y apareció un perrito que le llevaba cada día una rosquilla de pan y además, le lamía las ulceras que la enfermad había producido en su cuerpo. Este perrito pertenecía a Gottardo Pallastrelli, quien al ver que repetidamente su perro tomaba una rosquilla de la mesa y abandonaba la casa decidió un día seguirlo. El buen hombre al ver a San Roque y presenciar lo que su querida mascota estaba haciendo con él, decidió hospedarlo a su casa, donde tanto él como su entrañable mascota, lo alimentaron y cuidaron, mientras San Roque lo instruía en el Evangelio. Cuando San Roque sanó el Sr. Pallastrelli decidió peregrinar también a Roma.
Una vez sanado, decidió volver a Montpellier, pero en un pueblo del norte de Italia, pero fue engañado y luego detenido bajo la acusación espionaje, y mandado a prisión, donde estuvo entre 3 y 5 años hasta su fallecimiento, probablemente en torno al año 1378.
San Roque perteneció a la 3ª Orden de los franciscanos, una rama de esta congregación reservada a las personas laicas que quieren vivir bajo la espiritualidad de San Francisco de Asís.