La atención nos brinda la posibilidad de vivir lo que está sucediendo a cada momento. Muchas veces nos podemos sorprender realizando diversas tareas mientras nuestra mente divaga por el pasado o el futuro, recordando o anteponiéndose a los acontecimientos que esperamos o que ya tenemos programados. Lo cierto es que obviamos el momento presente, el aquí y ahora que es el espacio y el tiempo en el que acontece la experiencia de la vida. La atención nos permite conectar con ella, nos introduce de lleno en la hondura que subyace en la superficialidad aparente de las cosas, ofreciéndonos en última instancia la posibilidad de que cada instante despierte en nosotros un entusiasmo inaudito que nos conecte con el sentido profundo de la vida.
Todas las personas podemos disfrutar de la maravilla que supone el estar vivos sencillamente si atendemos a lo que nos va sucediendo a cada momento.
Estar atento implica una mirada abierta, no necesariamente estar concentrado pues, si lo hacemos desde ahí, nos debatiremos permanentemente entre el logro y la frustración. La atención nace de una mirada panorámica de la vida, una mirada de comunión que no ha perdido la capacidad de sorprenderse y de descubrir hasta los detalles más minimalistas, singulares y sencillos. La atención nos sitúa en un lugar nuevo desde el cual podemos percibir la vida con más profundidad, ya que se nos descubre muchos de los aspectos que nos suelen pasar desapercibidos. Gracias a ella podemos conectarnos con la vida de un modo nuevo, nos trae de vuelta a la experiencia del momento presente y nos libera de la nostalgia y de las ensoñaciones que a veces nos hipnotizan, engullendo nuestro tiempo y desconectándonos de la experiencia real que acontece está aconteciendo.
Todas las personas podemos disfrutar de la maravilla que supone el estar vivos sencillamente si atendemos a lo que nos va sucediendo a cada momento. Ahí reside el misterioso y sorprendente regalo que hace que los días se conviertan en una sucesión interminable de instantes que logran colmarnos de dicha y alegría sin precedentes y que, sin que apenas reparemos en ello, despiertan en nosotros un profundo agradecimiento por tantas oportunidades como nos brinda.
Autor: Jose Chamorro