La fe no se consigue por puños, pero tampoco es, sin más, una revelación como caída del cielo. Tiene algo de opción y de salto al vacío. Tiene que ver con tu historia, con tus opciones, con las respuestas que has ido encontrando, con la manera en que te asomas a una Palabra que otros recogieron pero que se te dice de nuevo a ti. Tiene que ver con las personas que te han ayudado y las que no; tiene que ver con tu capacidad de combinar en la vida razón y corazón, deseo y sentido común, imaginación, esperanza y realismo. En el fondo, es ser capaz de adentrarte por senderos no impuestos. No es tener todas las respuestas, sino muchas preguntas. No es tener la verdad, sino creer que puede uno aproximarse a ella. No es carecer de dudas, sino no tener miedo a buscar. No es creerse perfecto, sino aspirar a un Dios que es plenitud. Es intuir la trascendencia y querer asomarse a ella, aun sabiendo que nuestro conocimiento siempre va a ser limitado. Es acercarse a una palabra compartida por muchos y descubrir que es palabra dirigida a ti. Es una disposición, un deseo y un contenido. Es encontrar y ser encontrado por quien te busca.
A menudo, trabajando con gente joven que tiene dudas, me han dicho, en un contexto u otro: «¡Qué suerte tú, que lo tienes todo claro, y la fe te ayuda!». En realidad, es y no es así. La fe ciertamente te ayuda, da sentido a muchas cosas, alivio a otras, significado en momentos de duda, y esperanza siempre. Pero, al tiempo, te complica la vida enormemente. La fe tiene un punto de urgirte a vivir en plenitud que no siempre es confortable, que muchas veces te descoloca y te inquieta. Te exige opciones, te plantea retos, te enfrenta con riesgos… Por eso, no hay que simplificarla como si fuera un alivio para poder aguantar (las múltiples versiones del «opio del pueblo»), porque no lo es. Al final eliges la fe, la abrazas como una confianza que tal vez se transforma en certeza, aunque nunca esté libre de inquietud; la vives como una respuesta a aquello que intuyes, como una posibilidad que sientes segura; es más racional que muchos discursos, más emotiva que muchas emociones, más estética que muchas obras de arte, y más clarificadora que muchos mapas. Es, a la vez, don, posibilidad, opción, riesgo y palabra.
Fuente: En tierra de nadie
Autor: José María Rodríguez Olaizola sj