María se había quedado afuera, llorando junto al sepulcro. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio a dos ángeles vestidos de blanco, sentados uno a la cabecera y otro a los pies del lugar donde había sido puesto el cuerpo de Jesús.
Ellos le dijeron: “Mujer, ¿por qué lloras?”. María respondió: “Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto”. Al decir esto se dio vuelta y vio a Jesús, que estaba allí, pero no lo reconoció.
Jesús le preguntó: “Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?”. Ella, pensando que era el cuidador de la huerta, le respondió: “Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo iré a buscarlo”. Jesús le dijo: “¡María!”. Ella lo reconoció y le dijo en hebreo: “¡Raboní!”, es decir “¡Maestro!”.
Jesús le dijo: “No me retengas, porque todavía no he subido al Padre. Ve a decir a mis hermanos: ‘Subo a mi Padre, el Padre de ustedes; a mi Dios, el Dios de ustedes'”. María Magdalena fue a anunciar a los discípulos que había visto al Señor y que él le había dicho esas palabras.
Palabra de Dios
P. Cristian Salomón Sacerdote de la Parroquia Santa Teresa de Jesús, de Santa Teresa, Diócesis de Rosario
Felices Pascuas! La Palabra nos sigue regalando relatos de la resurrección, hoy contemplamos a María, la magdalena, la primer testigo de la resurreción, comparto con ustedes en este pensamiento, la contemplación de nuestro amigo Martín Descalzo, en su camino de gozo:
“La primera estación de este camino de la luz le toco vivirla a María Magdalena, apasionante personaje… quien le amo (a Jesús) con todo su corazón de mujer. Por eso, tras la muerte del Maestro amado, andaba como muerta, había perdido su razón de vivir. Se la había perdonado mucho porque había amado mucho y ahora —muerto el— ya no sabia que hacer con su amor y con su vida. Por eso caminaba como enloquecida por los caminos. Por eso, cuando supo que el sepulcro estaba vacio, no pudo esperar, ….no se resigna, No le basta la tumba vacia. Le busca a él, aún no le imagina resucitado, pero necesita su cuerpo muerto que es ya lo único que le queda en el mundo. Y gira en torno al jardín en que le han enterrado.
…María… Es mas bien una mujer atontada, golpeada por la desgracia tan fuertemente que de su cabeza sólo salen ingenuidades…ella se obstina en quedarse allí, pero no porque espere algo concreto, sino por simple desconcierto. No se queda ni dentro, ni fuera de la tumba, no busca, no indaga, Llora, como una pobre mujer que no sabe ni lo que dice, ni lo que hace. Su cabeza esta vacia de tanto llorar…No ve O ve sin ver.
…Jesús se deja conocer entonces… Juan Pone en labios del Resucitado algo tan simple como un nombre familiar dicho de un determinado modo. Y basta ese nombre para penetrar las tinieblas que rodean a la mujer. Desaparecen miedos y temores y se abre paso una fe esplendorosa. Ahora sí siente María que caen todas las barreras. Se arroja a los pies de Jesús como hiciera en el convite en casa de Simón y comienza a besar y abrazar sus pies descalzos. No dice frases solemnes, sólo el dulce y respetuoso título de «Maestro».
Luego, la mujer se convierte en mensajero de lo que ha visto. No dice simplemente que él ha resucitado. Cuenta que le ha visto y trasmite fielmente y sin exaltaciones su mensaje para los apóstoles…”1
Cuántas lagrimas, miedos y dolores, cuantas cobardias, o frio en el corazón, nos impiden experimetar, escuchar y anunciar al Resucitado. Cuántas veces nos cuesta encontrar al Resucitado en los dolores y lagrimas de los demás y cuántas otras podriamos sin nos dejamos enamorar, ser testigo de la resurrección, para quienes las lagrimas les impiden ver y escuchar a Jesús.
Danos Señor un corazón apasionado por vos, como el de María, susurra, deci nuestro nombre de nuevo, para que nuestra vida estalle de vida resucitada y no deje nunca de anunciarte.
Que tengas linda pascua. Dios te bendiga.
1-Vida y misterio de jesús de nazareth, t. III, pagina 390 – 392