Para enamorarse no hay reglas impuestas. Puede ser un proceso de largos años sin duda, como también de una sola mirada o sonrisa. Algo de lo que sí estamos seguros, es que puede llevarte a cometer locuras. Es más, te invito a que traigas a tu memoria cuánta locura recuerdes haber hecho bajo el eclipse del amor. Quizá hasta faltaste a tus compromisos por estar tan solo un minuto con aquella persona, buscaste mil excusas perfectas, no dormiste noches enteras pensando en ella, diste todo lo que tenías por solo esa sonrisa.
Ahora bien, en esta incontable ráfaga de insensateces, ¿diste tu vida por aquella persona que amas? Pues ambos conocemos a alguien quien en su desbocado amor sí lo hizo, y fue por vos. Quien, conociendo sus alternativas, eligió perecer Él para que vos tengas una vida eterna. Suena descabellado decirlo de esta manera, no es comprensible sino desde la fe, te hablo de otro tipo de amor, hasta entonces inédito; pues para Jesús tu solo respirar valió más que su vida misma.
Aun así, y no conforme con la más fiel muestra de amor posible, resucitó para acompañarte por el resto de tus días, para que su sacrificio no sea solo un símbolo de su sentimiento, sino una promesa de amor viva. Una promesa de no dejarte a merced de la desesperación, de la soledad o del olvido. Promesa que mantuvo desde antes que siquiera existieras, de que nunca nadie te va a amar como Él.
Te conoce mejor que vos mismo. Te observa en silencio, con su interminable paciencia. Sabe de tus anhelos, de tus preocupaciones, de tus miedos, de tus virtudes, de tu pasado, de tu presente, de todo lo que soñás, de todo que lo sentís, hasta de lo que desconoces. No descansa ni un segundo de vos, sos su obsesión.
Y por esa infinita promesa que realizó te regala todo aquello que nadie más es capaz de regalarte. Te regala el aire que respiras, te regala la tierra para que la camines a tu manera, te regala cielos preciosos pintados por su mano, te regala la libertad, te regala personas hermosas para que también practiques este bello pero delicado vínculo que es el amor, intentado que de esa manera lo reconozcas y estés más cerca de Él. Que distinto sería absolutamente todo si aprendiéramos a amar como Él.
Y como epílogo a su inquebrantable promesa de amor, sin medidas ni final, firma diciéndote: “Nada de lo que hagas, hará que Yo te ame menos.”
Federico Molina