Cuando Jesús terminó de decir todas estas cosas al pueblo, entró en Cafarnaún. Había allí un centurión que tenía un sirviente enfermo, a punto de morir, al que estimaba mucho. Como había oído hablar de Jesús, envió a unos ancianos judíos para rogarle que viniera a curar a su servidor.
Cuando estuvieron cerca de Jesús, le suplicaron con insistencia, diciéndole: “El merece que le hagas este favor, porque ama a nuestra nación y nos ha construido la sinagoga”.
Jesús fue con ellos, y cuando ya estaba cerca de la casa, el centurión le mandó decir por unos amigos: “Señor, no te molestes, porque no soy digno de que entres en mi casa; por eso no me consideré digno de ir a verte personalmente. Basta que digas una palabra y mi sirviente se sanará. Porque yo -que no soy más que un oficial subalterno, pero tengo soldados a mis órdenes- cuando digo a uno: ‘Ve’, él va; y a otro: ‘Ven’, él viene; y cuando digo a mi sirviente: ‘¡Tienes que hacer esto!’, él lo hace”.
Al oír estas palabras, Jesús se admiró de él y, volviéndose a la multitud que lo seguía, dijo: “Yo les aseguro que ni siquiera en Israel he encontrado tanta fe”. Cuando los enviados regresaron a la casa, encontraron al sirviente completamente sano.
Palabra de Dios
P. Luis Zazano sacerote de la Diócesis de Tucumán
Hoy celebramos Corpus Christi. Día en que celebramos como Iglesia a la Eucaristía; en nosotros la Eucaristía vemos el gran sostén de la Iglesia. Ella nos alimenta y sostiene.
Ella nos fortalece y anima. Dios quiso quedarse con nosotros y es a través de este pedacito de pan donde vemos el gran amor de Dios. Eso sí, las vitaminas la encontrarás en tu corazón.
Hoy hacemos como Iglesia la procesión en honor a Jesús Eucaristía, que vos camines con Jesús para que Jesús llegue a tus cercanos. No tengas miedo porque Dios nunca te dejará solo, Él está con vos y te alimenta