Evangelio según San Lucas 15, 1-32

viernes, 9 de septiembre de
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Todos los publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo. Los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: “Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos”.

 

Jesús les dijo entonces esta parábola: “Si alguien tiene cien ovejas y pierde una, ¿no deja acaso las noventa y nueve en el campo y va a buscar la que se había perdido, hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, la carga sobre sus hombros, lleno de alegría, y al llegar a su casa llama a sus amigos y vecinos, y les dice: “Alégrense conmigo, porque encontré la oveja que se me había perdido”.

 

Les aseguro que, de la misma manera, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta, que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse”. Y les dijo también: “Si una mujer tiene diez dracmas y pierde una, ¿no enciende acaso la lámpara, barre la casa y busca con cuidado hasta encontrarla?

 

Y cuando la encuentra, llama a sus amigas y vecinas, y les dice: “Alégrense conmigo, porque encontré la dracma que se me había perdido”. Les aseguro que, de la misma manera, se alegran los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierte”. Jesús dijo también: “Un hombre tenía dos hijos.

 

El menor de ellos dijo a su padre: ‘Padre, dame la parte de herencia que me corresponde’. Y el padre les repartió sus bienes. Pocos días después, el hijo menor recogió todo lo que tenía y se fue a un país lejano, donde malgastó sus bienes en una vida licenciosa. Ya había gastado todo, cuando sobrevino mucha miseria en aquel país, y comenzó a sufrir privaciones.

 

Entonces se puso al servicio de uno de los habitantes de esa región, que lo envió a su campo para cuidar cerdos. El hubiera deseado calmar su hambre con las bellotas que comían los cerdos, pero nadie se las daba. Entonces recapacitó y dijo: ‘¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, y yo estoy aquí muriéndome de hambre!

 

Ahora mismo iré a la casa de mi padre y le diré: Padre, pequé contra el Cielo y contra ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros’. Entonces partió y volvió a la casa de su padre. Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió profundamente; corrió a su encuentro, lo abrazó y lo besó.

 

El joven le dijo: ‘Padre, pequé contra el Cielo y contra ti; no merezco ser llamado hijo tuyo’. Pero el padre dijo a sus servidores: ‘Traigan en seguida la mejor ropa y vístanlo, pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los pies. Traigan el ternero engordado y mátenlo. Comamos y festejemos, porque mi hijo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y fue encontrado’. Y comenzó la fiesta.

 

El hijo mayor estaba en el campo. Al volver, ya cerca de la casa, oyó la música y los coros que acompañaban la danza. Y llamando a uno de los sirvientes, le preguntó que significaba eso. El le respondió: ‘Tu hermano ha regresado, y tu padre hizo matar el ternero engordado, porque lo ha recobrado sano y salvo’.

 

El se enojó y no quiso entrar. Su padre salió para rogarle que entrara, pero él le respondió: ‘Hace tantos años que te sirvo sin haber desobedecido jamás ni una sola de tus órdenes, y nunca me diste un cabrito para hacer una fiesta con mis amigos. ¡Y ahora que ese hijo tuyo ha vuelto, después de haber gastado tus bienes con mujeres, haces matar para él el ternero engordado!’.

 

Pero el padre le dijo: ‘Hijo mío, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo. Es justo que haya fiesta y alegría, porque tu hermano estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado'”.

 

 

Palabra de Dios

 

 

 

 

 

 


 P. Raúl Gomez

 

 

 

Nos encontramos en el domingo, día del Señor, de la semana XXIV del tiempo ordinario, del tiempo común. Y hoy nos presenta el Señor su Palabra a través del Evangelio de San Lucas. Un Evangelio largo pero que contiene tres parábolas sumamente hermosas.

 

El comienzo del texto bíblico nos relata por qué Jesús usa estas parábolas para enseñar a los fariseos y escribas todo lo que se refiere al amor de Dios. Por un lado comienza Jesús estando con los publicanos y pecadores que se acercaban para escucharlo, y ahí aparece la murmuración de los escribas y fariseos. Jesús cita la parábola de la oveja pérdida, de ese pastor que deja las noventa y nueve ovejas en un lugar seguro para buscar aquella que se le había perdido, y cuando la encuentra hace fiesta y con mucha alegría comparte con sus amigos el haber encontrado esta oveja perdida. “Del mismo modo, dice Jesús, hay más alegría en el cielo por un pecador que se arrepiente que por noventa y nueve justos que no necesitan del arrepentimiento”.

 

Y después presenta la parábola de la dracma perdida, esta mujer que busca esta dracma en toda la casa hasta que la encuentra, y también cuando la encuentra celebra, llama a sus amigas y comparte esta alegría con sus amigas, porque encontró esa dracma de tanto valor que había perdido. Y luego viene la parábola más extendida, que es la parábola del padre misericordioso. Este padre tiene dos hijos y el menor de ellos le pide la herencia, se va a lo lejos hacia otro país, malgasta todo lo que tiene y viene una gran pobreza en ese país y tiene que ir a trabajar cuidando los cerdos de su patrón.

 

Y cuando siente hambre se da cuenta de que jamás va a estar mejor que cuando está con el padre. Es decir, la necesidad, el hambre, lo lleva a volver a la casa del padre. También nosotros tenemos necesidad, hambre espiritual, tenemos esa necesidad que sólo el Señor puede calmar, ese hambre que sólo el Señor puede saciar. Entonces recapacita y dice: ” Volveré a la casa de mi padre y le diré: ‘Padre, pequé contra el cielo y contra ti, no merezco ser llamado hijo tuyo. Trátame como a uno de tus jornaleros’.” Sin embargo cuando vuelve a la casa del padre, éste al verlo se conmueve, es decir, se pone en el lugar de su hijo y entonces sale a su encuentro, lo besa, lo abraza y le da el mejor vestido, el anillo, mata el ternero engordado y hace fiesta por este hijo que estaba muerto y ha vuelto a la vida, que estaba perdido y ha sido encontrado. Pero también aparece el hijo mayor.

 

En él se ven reflejados tanto los escribas como los fariseos que se quedan fuera, murmurando, reclamando; sin embargo, el padre al ver que su hijo no quiere entrar a la fiesta, sale, lo busca y el hijo mayor se niega y le reprocha: “Padre, hace tantos años que te sirvo, y sin embargo, nunca me has dado un cabrito para compartir con mis amigos”. Y el padre con gran ternura y con gran amor le dice: “Hijo mío, tú siempre estás conmigo y todo lo mío es tuyo. Es justo que haya fiesta y alegría porque tu hermano estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado”.

 

Qué significa para nosotros esto? Que nosotros también hemos sido encontrados por el Señor. Hemos sido llamados para estar con el Señor, con el Padre, porque es donde vamos a estar siempre felices, siempre alegres. Pidámosle al Señor en este día que él nos ilumine, que él nos conceda todo aquello que necesitamos, sobre todo la capacidad de mirar con amor y con misericordia a aquellos hermanos que se han alejado del camino y a hacer fiesta cuando un hermano se acerque nuevamente al encuentro del Padre. Que tengan una linda semana, que el Señor los llene de su paz y de su amor.

 

 

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