Evangelio según San Lucas 19,1-10.

jueves, 27 de octubre de
image_pdfimage_print

Jesús entró en Jericó y atravesaba la ciudad. Allí vivía un hombre muy rico llamado Zaqueo, que era jefe de los publicanos. El quería ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la multitud, porque era de baja estatura. Entonces se adelantó y subió a un sicomoro para poder verlo, porque iba a pasar por allí.

 

 

Al llegar a ese lugar, Jesús miró hacia arriba y le dijo: “Zaqueo, baja pronto, porque hoy tengo que alojarme en tu casa”. Zaqueo bajó rápidamente y lo recibió con alegría. Al ver esto, todos murmuraban, diciendo: “Se ha ido a alojar en casa de un pecador”.

 

 

Pero Zaqueo dijo resueltamente al Señor: “Señor, voy a dar la mitad de mis bienes a los pobres, y si he perjudicado a alguien, le daré cuatro veces más”. Y Jesús le dijo: “Hoy ha llegado la salvación a esta casa, ya que también este hombre es un hijo de Abraham, porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que estaba perdido”.

 

Palabra de Dios

 

 

 

 

 

 

 

 


 

 

 

Nos encontramos en la semana XXXI del tiempo ordinario, del tiempo común, y la liturgia nos propone el Evangelio de San Lucas, en este texto conocido para cada uno de nosotros, la llamada conversión de Zaqueo.

Jesús que entra en Jericó y atraviesa la ciudad, y ahí aparecen los datos claros que da Lucas: que Zaqueo era un hombre muy rico, era jefe los publicanos, y quería ver a Jesús, datos sumamente importantes para poder ubicarnos en el contexto de este encuentro de Jesús con Zaqueo y de Zaqueo con Jesús. De alguna manera, en este día, estamos llamados a ponernos un poco en el lugar de Zaqueo, quizás a nosotros también nos ha pasado de hacer la experiencia de querer ver a Jesús, pero por ahí nuestros límites humanos, los límites que nos atan, que no nos permiten verlo claramente al Señor, hacen que quizás nos quedemos estancados o a la orilla del camino. Pero Zaqueo tomó una iniciativa importante, ya que no puede ver a Jesús por su baja estatura, se sube a un sicomoro, a un gran árbol para ver a Jesús.

Seguramente alguien le habría hablado de Jesús, le habría comentado quién era Jesús y lo que hacía. Entonces, Zaqueo, por más que tenía estas riquezas que había ganado en un negocio de cobrar impuestos, mal cobrados, triplicados a veces, quizás también en su interior necesitaba algo más, ya que la riqueza no podía llenar su corazón. Ese es el movimiento que siente Zaqueo en su interior: querer ver a Jesús. Parecería que el texto nos relata y nos pone en la situación de que sólo Zaqueo se conforma con ver a Jesús, sin embargo, Jesús, que pasa por allí, al verlo en el sicomoro, en el árbol, lo mira y le dice estas palabras que para nosotros tienen que ser inspiradoras, palabras que nos tienen que ayudar para encontrarnos claramente con Jesús: “Zaqueo, baja pronto, que hoy tengo que alojarme en tu casa”.

Cada uno de nosotros podemos descubrir que hoy el Señor quiere alojarse en nuestra casa; ¿cuál es nuestra casa interior? El corazón, allí donde el Señor va transformando, va convirtiendo cada movimiento, cada deseo, cada búsqueda de nosotros. Zaqueo hace la experiencia no sólo de ver a Jesús sino de dejarse mirar por Jesús: una mirada penetrante, una mirada de amor que lo invita a la conversión, al cambio de vida, por esa razón Zaqueo resuelve ante el Señor: por un lado baja rápidamente, con alegría, para recibir al Señor, pero por otro lado aparecen las voces de los murmuradores: ¡¿Cómo va a ir este hombre a alojarse en casa de uno de los pecadores?! Zaqueo era el jefe de los publicanos por eso era considerado un gran pecador. Sin embargo, Zaqueo le dice al Señor en la intimidad de ese encuentro: “Señor, doy la mitad de mis bienes a los pobres, y si he perjudicado a alguien le daré cuatro veces más”.

Jesús le responde: “Hoy ha llegado la salvación a esta casa, ya que este hombre también es un hijo de Abrahám. Porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que estaba perdido”. Muchas veces nosotros pensamos o ponemos límites a la Misericordia, al perdón de Dios, o caemos en el juicio, o rotulamos y no permitimos que Dios haga la obra en aquellos hermanos que están en las periferias, en los lugares más alejados o cerrados a la gracia del Señor. Pero Jesús es muy claro “Hoy ha llegado la salvación a esta casa”, porque hoy Jesús te dice a vos, hermano, a mí, hoy ha llegado la salvación a tu casa, a tu corazón.

Pidámosle al Señor que realmente cada día podamos convertirnos más a su amor, que lo busquemos en todo al Él, y como Zaqueo, que pongamos la mirada en lo esencial, en el centro y culmen de nuestra vida que es Jesucristo. Que tengas una hermosa semana y que como Jesús podamos también nosotros ir buscar a tantos hermanos que se han alejado del Señor.

 

Radio Maria Argentina