Evangelio según san Mateo 12, 46-50

jueves, 17 de noviembre de
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Jesús estaba hablando a la multitud, cuando su madre y sus hermanos, que estaban afuera, trataban de hablar con Él. Alguien le dijo: «Tu madre y tus hermanos están ahí afuera y quieren hablarte».

 

Jesús le respondió: «¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?» Y señalando con la mano a sus discípulos, agregó: «Estos son mi madre y mis hermanos. Porque todo el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre».

 
Palabra del Señor

 

 

 

 

 


 

P. Javier Verdenelli sacerdote de la Arquidiócesis de Córdoba

 

 

 

Los parientes llegan a la casa donde se encuentra Jesús y probablemente venían de Nazaret. De allí hasta Cafarnaún hay unos 40 km. Su madre estaba con ellos. No entran, pero envían un mensaje. Y Jesús extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo: « todo el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre»

En el antiguo Israel, el clan, es decir la gran familia (la comunidad) era la base de la convivencia social. Era la protección de las familias y de las personas, la garantía de la posesión de la tierra, el cauce principal de la tradición, la defensa de la identidad. Era la manera concreta que la gente de la época tenía de encarnar el amor de Dios en el amor al prójimo. Defender el clan era lo mismo que defender la Alianza. En Galilea, en el tiempo de Jesús, a causa del sistema implantado durante los largos gobiernos de Herodes Magno (37 aC a 4 aC) y de su hijo Herodes Antipas (4 aC a 39 dC), el clan (la comunidad) se estaba debilitando.

Y así, la preocupación por los problemas de la propia familia impedía que las personas se unieran en comunidad. Ahora, para que el Reino de Dios pudiera manifestarse en la convivencia comunitaria de la gente, las personas tenían que superar los límites estrechos de la pequeña familia y abrirse, nuevamente, para la gran familia, para la Comunidad. Jesús nos da el ejemplo. Cuando su familia trató de apoderarse de él, alargó la familia y creó comunidad.

Los excluidos y los marginados debían ser acogidos dentro de la convivencia y, así, sentirse acogidos por Dios (cf. Lc 14,12-14). Este era el camino para alcanzar el objetivo de la Ley que decía: “No debe de haber pobres en medio de ti” (Dt 15,4). Como los grandes profetas del pasado, Jesús procura reforzar la vida comunitaria en las aldeas de Galilea. El retoma el sentido profundo del clan, de la familia, de la comunidad, como expresión de la encarnación del amor de Dios en el amor hacia el prójimo.

 

 

Para la reflexión personal

• Vivir la fe en comunidad. ¿Cuál es el lugar y la influencia de las comunidades en mi manera de vivir la fe?

• Hoy, en grandes ciudades, la masificación promueve el individualismo que es lo contrario de la vida en comunidad. ¿Qué estoy haciendo para combatir este mal?

 

Tarea

Leer y reflexionar la Exhortación Apostólica Amoris Laetitia, del Papa Francisco sobre el amor en la familia.

 

 

 

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