El 6 de agosto de 1945, a las 8.15 de la mañana explotó sobre Hiroshima la bomba atómica que mató directamente a 80.000 personas y destruyó más de dos tercios de los edificios de la ciudad. 8 sacerdotes jesuítas que vivían en comunidad junto a la iglesia parroquial, a menos de una milla del punto de detonación escaparon milagrosamente casi ilesos. El padre Hubert Schiffer, uno de los sobrevivientes, ha explicado durante años cómo todos creían «que sobrevivimos porque vivíamos el mensaje de Fátima. Vivíamos y orábamos el rosario diariamente en esa casa».
El 6 de agosto de 1945, a las 8:15 de la mañana el bombardero americano Enola Gay dejó caer su bomba “Little Boy”, que bajó hasta la altura de detonación predeterminada de 700 metros sobre Hiroshima, y explotó en un relampago cegador, creando una gigantesca bola fuego que vaporizó prácticamente todo y a todos dentro de un radio aproximado de una milla del punto de impacto. Se estima que 80.000 personas fueron muertas directamente por la onda expansiva, y hacia el fin de ese año, esa cifra había aumentado considerablemente, debido a las heridas y los efectos de la radiación. Más de dos tercios de los edificios de la ciudad resultaron completamente destruidos.
Pero en medio de esta terrible masacre, algo bastante notable ocurrió: había una pequeña comunidad de Padres Jesuítas viviendo en la iglesia parroquial, que se ubicaba a menos de una milla del punto de detonación, bien adentro del radio de devastación total. Y los ocho miembros de esa comunidad escaparon virtualmente ilesos de los efectos de la bomba. Su sacerdote permaneció en pie, al tiempo que los edificios al rededor quedaron arrasados.
El padre Hubert Schiffer, un jesuita alemán, fue uno de los sobrevivientes, de 30 años al día de la explosión y que vivió hasta la edad de 63 en buena salud. En años posteriores viajó para hablar de su experiencia, y este es su testimonio, registrado en 1976 cuando los ocho jesuítas todavía estaban vivos. El 6 de agosto de 1945, luego de decir misa, se había sentado a desayunar cuando hubo un destello brillante de luz.
Como Hiroshima tenia instalaciones militares, asumió que debió haber habido algún tipo de explosión en la bahía, pero casi inmediatamente recuerda: “Una terrible explosión llenó el aire con un estallido atronador. Una fuerza invisible me levantó de la silla, me arrojó por el aire, me agitó, me apaleó, y me hizo girar por todos lados…” Se levantó del piso y miró alrededor, pero no podía ver nada en ninguna dirección, todo había sido devastado.
Tenía algunas heridas menores, pero nada serio, y de hecho exámenes posteriores a manos de doctores del ejército americano y científicos, mostraron que ni él ni sus compañeros sufrieron efectos malignos por el daño de la radiación y la bomba. Junto a sus compañeros jesuitas, el padre Schiffer creía “que sobrevivimos porque vivíamos el mensaje de Fátima. Vivíamos y orábamos el rosario diariamente en esa casa.”
Es el conocido como “milagro de Hiroshima”, no tanto por la supervivencia en sí, pues hubo otros casos, como por la concentración de salvados y por la inexistencia prolongada de efecto alguno de la bomba en sus cuerpos. Por lo demás, los interesados nunca dudaron de que habían gozado de la protección divina, y en particular de la Santísima Virgen.
De hecho, el padre Schiffer escribió luego un libro titulado The Rosary of Hiroshima [El Rosario de Hiroshima] enmarcando no el posible milagro con el que fue beneficiado, sino los acontecimientos mismos de la guerra y de la posguerra, en el marco del mensaje de la Virgen a Sor Lucía.
Fuente: Religión en Libertad