Abu Alí, un sirio pintor de 40 años, dicidió reciclar los residuos que deja la guerra y transformarlos en columpios para niños.
Todos los días Abu toma decenas de casquillos de cohetes, los solda y los pinta. De esta forma los niños pueden jugar con los columpios que el artista crea.
En Duma, una localidad al lado de la capital siria, los niños juegan en coloridos columpios fabricados con casquillos de proyectiles, los cuales son tomados en la calle ya que suelen llover en esta zona de forma regular.
“Al principio mis vecinos me tomaron por loco. No se dieron cuenta qué estaba fabricando y se llevaron una gran sorpresa cuando terminé mi primer columpio”, dijo. Los vecinos le insistieron para que construyera más y los campesinos de alrededor de la localidad le trajeron restos de obuses de mortero o de cohetes que caían en los campos.
De forma reflexiva el artista mencionó que “el niño no sabe que el proyectil con el que se divierte, es el mismo que fue disparado por un Mig (avión caza). Así hacemos que sea posible lo imposible. Transformamos un artefacto de muerte en un objeto que hará felices a los niños”, añadió.
En los días de la tregua en Siria, los niños salen de casa para jugar un poco más. Entre ellos se encuentra Hanin, de 10 años, quien perdió su mano derecha cuando cayó un obús en un mercado. A los encuentros también asiste Ghadir, de 9 años, quien le agradece al artista por haber fabricado los juegos.
Desde el 2011, cuando inició la guerra, hasta la actualidad, han muerto más de 15.000 niños, y según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos (OSDH), al menos 2,1 millones de niños no tienen acceso a la educación debido a los combates.
En Erbin, otra localidad cercana, se vive una situación similar. Los niños deben bajar unos escalones hasta encontrar un túnel con poca luz, del otro lado del túnel asisten al área de juegos; allí hay música, columpios, toboganes y otros juegos.
Al ser subterránea esta zona de juegos, hay menos probabilidad de salir afectados por el bombardeo. Y mientras los niños juegan, las madres los observan desde un entresuelo. “Nos divertimos en este subterráneo porque aquí el mundo es seguro”, dice tímidamente Yumna, de 10 años.
Fuente: Buenas.com.ar