Andrea nos cuenta sobre sus primeros meses de misión con Puntos Corazón en Valparaíso – Chile.

martes, 3 de mayo de
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“Éstos son los que nosotros amamos, a los cuales servimos, y de los que buenamente nos queremos ocupar…” Madre Teresa de Calcuta.

 

¿Cómo empezar esta carta? ¿Cómo resumir y qué contar de la cantidad de experiencias vividas aquí? Difícil seleccionar algunos momentos, todo aquí es hermoso y me hace crecer día a día. En primer lugar, agradecerles por sus oraciones, su apoyo incondicional, y decirles que ¡estoy FELIZ!

 

Don Jamen es un señor humilde, que padece una leve discapacidad mental. Vive muy cerca de nosotros, por eso viene casi todos los días a nuestra casa, sólo a pasar su tiempo aquí. No hablaba mucho y siempre contaba las mismas historias. Desde que llegué, este hombre entró de inmediato en mi corazón, y comencé a crear una linda amistad con él, lo cual permitió que se integrara un poco más, que hablara, se aprendiera nuestros nombres, y que pudiéramos conocer más de su vida.

Un día de tantos, Don Jamen me pidió que le enseñe algo; yo, para no perder la costumbre de “Seño Andre”, con mucha alegría acepté. Le pregunté qué le gustaría aprender, y él contestó: cualquier cosa, lo más fácil. Entonces le armé un cuaderno y, con mi nuevo alumno, empezamos las clases. Empezó escribiendo el abecedario, nombrando las letras, escribiendo su propio nombre, y algunas veces le di tarea para que me traiga al próximo día. Pero me di cuenta, que él ya sabía las letras, los números, sabía leer, escribir… él no buscaba aprender, no importaba qué le enseñara, sólo que le enseñen algo, él buscaba que alguien le preste atención, lo “pesque” (como dicen aquí en Chile), lo mire, que le dediquen tiempo, algo que parece hacía mucho había perdido.

 

Es donde volví a descubrir el carisma Puntos Corazón, tan sólo nuestra presencia es lo que a estas personas, y a Don Jamen, los llenan de alegría, les vuelven a dar esa pequeña luz de esperanza en sus vidas, poder contar con una presencia, un amigo, es lo que les saca una sonrisa.

Descubrí el niño que Don Jamen lleva adentro, ese niño que todos tenemos, pero que en él es evidente, mostrando siempre sus risas sin sentido, sus preguntas tan inocentes, la felicidad que produce jugar con un simple globo, dibujar y pintar. Pero sobre todo, escucharnos siempre e intentar rezar con nosotros, formar parte de estos momentos de nuestras vidas, y que él comparte con nosotros sin quejarse.

 

Este hombre alegra mis días y me hace ver a un Cristo vivo, el Cristo que nos enseña a amar a nuestro hermano, que no importa la vida que traiga o como sea, sino simplemente recibirlo tal cual es, como nuestro Padre nos recibe, amándonos como niños y alentándonos en este camino a la conversión.

 

 

 

 

Puntos Corazón