Dios tiene un plan de amor para ti

jueves, 4 de agosto de
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¿Qué es el Plan de Amor?

Voy a intentar responder con unas palabras sencillas y, créeme, unas palabras pobres. Siempre quedarán lejos de poder definir y de poder explicar en su plenitud la realidad del Plan de Amor del Padre.

Pues bien, el Plan de Amor es una fuerza interior que invita, atrae y arrastra. Empiezas a sentir que el Señor te invita a un camino interior. Después, sientes una fuerte atracción a realizar la voluntad del Padre, hasta que llega un momento en que no puedes decir que no. Dices un incondicional.

El Plan de Amor es un sello que marca nuestra vida. Se vive con la convicción de que solamente respondiendo a este don podrás ser plenamente fiel y feliz.

El Plan de Amor es una manera de ser y de entender la vida en Dios. Una sensibilidad espiritual especial que percibes que es de Dios, que va definiendo tu vida y orientando las opciones interiores concretas que la conforman.

El Plan de Amor es un camino interior que vas haciendo en Dios, hasta que descubres que es el Señor quien lo hace en ti.

Ya que eres consagrado te diré que, más que la vocación, el Plan de Amor es el alma que da sentido a tu vocación.

Es un Plan de Amor, sí, concreto, personal, radical que Dios Padre ha pensado, con amor, perdona la reiteración, lo ha pensado con amor para ti.

 

¿Cómo se manifiesta el Plan de Amor?

Pienso que empieza a manifestarse como un deseo interior, una sed del alma que te hace percibir que Dios quiere algo concreto de ti. Se manifiesta también como una inquietud por buscar: yo, penosa y calladamente, busco y descubro que es Dios quien me está buscando a mí, que es Dios quien, con amor, sembró en mi corazón el deseo de buscar, de buscarle solo a Él.

A veces, el Plan de Amor se manifiesta como una luz: veo claro lo que Dios quiere de mí. Pero en otras ocasiones es, ciertamente, una noche. Y entonces preguntas, necesitas preguntar: ¿Señor, qué quieres de mí? ¿Porqué no me lo dices con claridad? ¿Dónde estoy? ¿Porqué, Señor, esto en mi vida? ¿Porqué sembraste este deseo en mi alma?

Y antes de recibir una respuesta, te darás cuenta de que no hay luz sin una entrega previa en la más absoluta oscuridad.

Se manifiesta también como algo interior, a veces inexpresable, casi siempre indecible. Es un misterio de amor en Dios que todos tenemos y que, en la vida de fraternidad, hemos de respetar.

Se manifiesta como un camino de amor en el que experimentas, de verdad, que Dios te ama y que Dios te ama en la alegría, pero que también te ama en la cruz: cuando sufres te sientes, te sabes amado por Dios.

Dios te ama, sí, y quiere de ti una respuesta concreta de amor.

Finalmente, te diré que se manifiesta como un don especial del amor de Dios en ti.

En todo caso, puedes percibir que estás respondiendo, que ya estás en el Plan de Amor del Padre cuando tienes paz de alma y un fuerte deseo de ser fiel: la paz de alma, la fidelidad son signos que manifiestan claramente que tu vida está en la onda del Plan de Amor del Padre.

 

¿Cuál es el objetivo del Plan de Amor?

Creo que el objetivo del Plan de Amor es único y múltiple a la vez.

La unidad proviene de la inserción en Cristo, en su misterio salvador, en su amor por los hombres, en su deseo de hacer cercana y visible la verdad del amor del Padre. Yo veo resumida esta realidad en las palabras que ya te cité del Apóstol Pablo a los Gálatas: “Estoy crucificado con Cristo. Vivo yo, más no soy yo. Es Cristo quien vive en mí”. La unidad, pues, viene de este objetivo, es común para todos: la inserción en el misterio de Cristo, la cristificación de cada una de nuestras vidas.

La diversidad está en los diferentes caminos y senderos que Dios tiene designados para cada uno de nosotros, hasta poder llegar a este objetivo, centro único y radical de toda vida cristiana y, por lo tanto, de la vida consagrada.

Precisamente, los consagrados tenemos en la Iglesia un camino muy concreto: el seguimiento radical y significativo del Señor Jesús. Y cada Institución de vida consagrada, de acuerdo con su carisma propio, asume unas connotaciones peculiares. Dentro de cada familia diremos que cada comunidad debe buscar su camino concreto hasta poder llegar al camino personal, único e irrepetible que Dios ha pensado, con amor, para ti, para mí, para cada uno de nuestros hermanos.

En este contexto cristiano y eclesial, el Plan de Amor del Padre queda insertado en el misterio salvador de Cristo en la Iglesia. Diré más: es un peldaño necesario -Dios lo dispuso así- de la Historia de la Salvación.

Todo ello me hace pensar en la gran responsabilidad que supone para ti, para mí, para todos, la fidelidad al Plan de Amor personal que el Padre pensó para nosotros.

El Apóstol Pablo era muy consciente de ello y, en una ocasión, dijo: “Suplo en mi cuerpo lo que falta a la pasión de Cristo”.

Nuestra fidelidad al Señor no es cosa nuestra, como si fuera algo exclusivamente personal que sólo nos compete a cada uno de nosotros. La fidelidad, nuestra fidelidad, entra a formar parte del conjunto del Plan Salvador de Dios Padre en Cristo Jesús.

¿Te das cuenta de la importancia y de la responsabilidad que tienes a la hora de conocer y responder al Plan de Amor del Padre?

 

¿Qué exigencias comporta?

Yo las resumiría en estas pocas palabras.

La primera exigencia, la cruz. Para Cristo fue un elemento esencial y el discípulo no es mayor que el Maestro. María, la Virgen María, Madre del Silencio, Madre de la Oración, en su fidelidad al Plan de Amor del Padre vivió fuertes momentos de cruz. Pablo llega a declarar con fuerza y entusiasmo: “Lejos de mí el gloriarme de otra cosa que no sea la Cruz de Cristo. En Él está la salvación, la vida, la resurrección. Él nos ha salvado y nos ha liberado”.

La fidelidad al Plan de Amor se manifestará, se manifiesta siempre -créeme, es así-, con la presencia de la cruz en la vida: la presencia de la cruz en el cuerpo o en el alma.

Una segunda exigencia: la disponibilidad de vida. Cuando, entre los consagrados hablamos de disponibilidad, pensamos muchas veces en la obediencia, esto es, la disponibilidad para hacer, para ir, para volver, para obedecer, en una palabra.

El Plan de Amor exige una disponibilidad radical en la vida, una vida disponible, plenamente abierta a la voz, a la voluntad de Dios, plenamente libre para responder al viento del Espíritu Santo.

Una tercera exigencia: la fidelidad. Es una exigencia fundamental. Se te pide, se nos pide, una fidelidad total, que se manifestará en las grandes opciones de la vida y en las pequeñas cosas que la conforman. A mi entender se trata de una fidelidad sencilla, fidelidad delicada, fidelidad profunda, fidelidad alegre. Es importante que sea una fidelidad alegre, pues en la fidelidad está nuestra felicidad.

Una nueva exigencia: la entrega. Es la oblación total de tu vida al Padre en Cristo Jesús. Una oblación que, en algunos casos, Dios hace ver que quiere que sea un ofrecimiento victimal. Pero en todo caso, esta oblación te lleva a no anteponer nada al amor de Cristo, como manda San Benito en su Regla monástica.

Otra exigencia: la pobreza, la pobreza de alma, de la que te hablé. En palabras de los místicos, sin embargo, la pobreza como exigencia del Plan de Amor del Padre es el abismo de la pobreza, o el despojo, que es una obra de Dios en nosotros. Es una pobreza que tú no puedes conseguir con tus propios medios por mucho interés que tengas en desposeerte de todo o en desposeerte de ti mismo. Es el abismo de la pobreza, es la pobreza obra de Dios en ti cuando te despoja de todos y de todo.

Y, finalmente, como exigencia, repito e insisto: el abandono. El Plan de Amor del Padre te exige que vivas el abandono con amor, pero que lo vivas con gozo y con confianza porque sabes que Él te ama.

Por ello, pones con ilusión todas tus cosas, tus deseos, tus esperanzas, tus proyectos, la cruz y el gozo de tu vida de cada día, en una palabra todo, absolutamente todo, lo pones en las manos del Padre porque sabes que así está, estás tú mismo, en las mejores manos.

 

¿Qué actitudes comporta?

La actitud radical del Plan de Amor del Padre pide que vivas el silencio y la escucha. No el silencio exterior ni el silencio-acto, sino la actitud de silencio y la actitud de escucha desde una vida de oración y de encuentro contemplativo con el Señor. Cada uno de nosotros tendrá que intentar descubrir cuál es la voluntad de Dios concreta sobre su vida.

Piensa, ahora que estás haciendo este camino del silencio, cuál es la voluntad de Dios concreta para ti, qué es lo que espera el Señor de ti. Tendrás que hacer, que suplicar, con el profeta: “Habla, Señor, que tu siervo escucha”.

La actitud básica será la búsqueda llena de esperanza, pero también con una pacífica inquietud; sí, es importante que vivas en una actitud de deseo de responder, pero ha de ser una inquietud con paz. No tengas prisa, pero tampoco te detengas en el camino.

Ten en cuenta también que toda búsqueda comporta, al mismo tiempo, una aceptación, por adelantado y sin condiciones, del Plan de Amor del Padre, de lo que Dios quiera para ti: antes de entrar en este camino del Plan de Amor del Padre has de estar dispuesto a asumir y aceptar por adelantado todo lo que Dios te pueda pedir o todo lo que Dios te vaya a pedir, porque sabes bien que pide, pide como un mendigo, como dice San Agustín, pero pide.

La actitud que comporta el Plan de Amor del Padre también es la actitud de disponibilidad, pero la disponibilidad de vivir el Plan de Amor del Padre hasta las últimas consecuencias. Pero piensa que esto no es posible sin una actitud orante en la vida. El que quiera ser fiel al Plan de Amor del Padre no puede contentarse con hacer oración: ha de ir viviendo la vida en una actitud orante, contemplativa. Se tendría que poder decir de él que es un orante, un contemplativo. Todo consagrado, por su vocación, yo diría como una exigencia de su virginidad, ha de ser orante, ha de ser contemplativo.

El Plan de Amor de Dios para nosotros presupone una vida de constante comunión con Él, un vivirlo todo en Dios y, al mismo tiempo, este Plan de Amor, pasa a ser el elemento esencial del encuentro, del diálogo, de la comunión y de la vida en Dios. Y por esto podrás comprender la gran verdad de las palabras de Teresa de Jesús: Porque vivo en el amor que me quiso para sí.

Pienso que Dios Padre te manifestará el Plan de Amor del Padre cuando encuentre en tu vida un corazón sencillo y amante, un corazón pobre y disponible.

En todo caso quiero recordarte que ni el Plan de Amor, ni el poderlo conocer, ni el intentarlo vivir puede ser obra nuestra. Es siempre un don de la gracia del Padre en Cristo Jesús.

 

FUENTE: www.Abandono.com

 

Noelia Viltri