Dices, “ven a mí”.
Yo me resisto, pregunto,
quiero plantear un calendario,
un precio, una tasa.
Hasta que bajo los brazos,
abandono las pegas
y me fío de tu llamada.
Entonces descubro quién eres.
Eres espacio seguro
donde me sé en casa.
Eres mi tierra,
mi descanso, mi paga,
el abrazo que me envuelve,
la caricia que me sana.
Eres palabra que ofrece un camino
y eres silencio que calma.
Eres fuerza sin violencia,
fiesta sin ausentes,
bienaventuranza.
Eres, en mi luto, danza
en la paz, refugio,
en la noche, llama
Eres en mi nada, todo.
Tú eres mi única batalla.
José María Rodríguez Olaizola, sj