“¡Quiero cantarle a la Santísima Virgen: déjenme amar y cantar! Soy un pobre peregrino en busca de luz y de amor: vengo al Santuario trayendo el rosario en mis manos quiero ser para siempre el escabel de sus inmaculados pies; a Ella acudo a pedir luz y amor: ¡amor a Dios y a las almas! Acudo a Ella para no perderme, despúes de haber atravesado profundidades, precipicios y alturas, barracones y montañas, huracanes y abismos, tinieblas de espíritu y sombras oscuras. Acudo a Ella, y la paz de lo alto me cubre: veo su manto desplegarse protector sobre todas las tormentas, y una serenidad indestructible
“¡Quiero cantarle a la Santísima Virgen:
déjenme amar y cantar!
Soy un pobre peregrino en busca de luz y de amor:
vengo al Santuario trayendo el rosario en mis manos
quiero ser para siempre el escabel
de sus inmaculados pies;
a Ella acudo a pedir luz y amor:
¡amor a Dios y a las almas!
Acudo a Ella para no perderme,
despúes de haber atravesado profundidades,
precipicios y alturas,
barracones y montañas,
huracanes y abismos,
tinieblas de espíritu y sombras oscuras.
Acudo a Ella, y la paz de lo alto me cubre:
veo su manto desplegarse protector
sobre todas las tormentas,
y una serenidad indestructible
que trasciende las regiones de la luz humana
y superan todos nuestros fulgores
me envuelve y penetra.
El alma, innundada por la bondad del Señor
y de su gracia,
inflamada por el fuego de la caridad,
arrebatada a las alturas y rebosante de amor,
experimenta una alegría
que es gozo espiritual,
y se hace canto y embeleso,
sed ansiosa de infinito,
deseo de todo lo verdadero,
de todo lo bueno, de todo lo bello:
atracción y ardor de Dios
siempre crecientes;
amando en el Uno a todos;
en el Centro a los rayos;
en el Sol de los soles toda luz.
¡Y en esta luz embriagadora
me despojo del hombre viejo, y amo:
este amor me convierte en hombre nuevo
y amando canto, y canto!
Amo con amor inefable
y canto al mismo Amor Infinito
y a la Santísima Virgen del Divino Amor:
me lanzo hacia altura inconmensurables
y con un grito repentino de vitoria,
de gloria a Dios y a la Virgen Santa,
amo y canto.”
Don Orione, “pobre peregrino”, recurre con confianza a María.
-tomado de un escrito de 1931-