Ven a llenarnos, Espíritu de Dios

lunes, 16 de mayo de
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Le pedimos al Espíritu que venga a colmar nuestros vacíos que tienen nombre y apellido: soledades, sin sentido, la espera que parece infructuosa. Siempre recuerdo que en los comienzos de la Radio, mientras sentíamos la promesa de lo que vendría, entre el 90 y el 95 parecía que no pasaba nada, y a la vez pasaba de todo, pero nada concreto. Vacíos que en Dios toman sentido.

 

Es el nido vacío como lo sufren muchos padres cuando los hijos comienzan a volar, es el vacío que dejó la muerte de un ser querido, es el vacío que genera la distancia de un amor que se ha desvanecido, es el vacío que se produce por una crisis que en carne propia se siente como distancia y vacío; es un vacío de las preguntas ¿por qué? y ¿para qué?.

 

Necesitamos que venga el Espíritu para llenarnos de Él. Pero sobre todo es el verbo que se utiliza para describir el milagro de Pentecostés, cuando en Hechos 2, 4 dice todos (María, los discípulos, los que estaban en aquel ambiente y, más aún, los que participaban después de la efusión de aquel Espíritu nuevo) quedaron llenos del Espíritu Santo.

 

Es una promesa hecha realidad. Se le llama gracia a este don del Paráclito porque cuantonos ha dado es gratis, gratuitamente no por nuestros méritos sino por voluntad divina. Y la voluntad divina es que se derrame abundantemente. Sabiendo que humildemente, en Él lo podemos todo y sin Él nada. Por eso lo llamamos gracia. Es gracia que llena el almade mismo, que llena el corazón de la presencia del Espíritu. Más que con dones, elEspíritu viene Él mismo a habitarnos interiormente. Que venga al corazón, al alma, a lo íntimo y que desde lo más hondo del corazón configurándonos el rostro de Cristo se haga difusivo y expansivo.

 

La secuencia de Pentecostés dirige al Espíritu Santo la siguiente súplica: llena el fondo del alma, Divina Luz. Y una antífona del siglo X que se sigue utilizando en la liturgia dice: ven Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos la llama de tu amor.

 

Cuando clamamos “ven Espíritu Santo” lo hacemos desde un corazón pobre que se sabe frágil. ¿Qué quiere decir que Dios da la gracia a los humildes? se pregunta San Agustín. Y se contesta: que les da el Espíritu Santo. Lo que pedimos con las palabras es nada menos que lo siguiente: que se realice para nosotros una nueva efusión del Espíritu, que podamos participar de un nuevo Pentecostés para que seamos colmados en aquella promesa, hecha realidad ya en la persona de Cristo en Quien vivimos, nos movemos y existimos como parte de su Cuerpo, somos nosotros también del Espíritu Santo. Nos abrimos a esta gracia de plenitud enaquellos lugares donde hay vacíos que son existenciales y que la sociedad en la quevivimos, con el mercado consumista, busca taparlos con necesidades que son pasajeras y no plenifican. La presencia del Espíritu pasa para quedarse y para colmar lo más hondo de nuestro ser.

 

 

Padre Javier Soteras

 

Oleada Joven