El Espíritu Santo trae vida nueva

miércoles, 18 de mayo de
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En nosotros hay anhelos de esta vida que esperamos. Hay sed y hambre profundos de una vida nueva. En cada uno de nosotros hay una necesidad de esta presencia serena, contundente, encendida, del Espíritu Santo. Nosotros queremos que el Espíritu encienda de nuevo fuego en nuestro interior. Hay lugares tibios, fríos, oscuros, donde la vida parece apagarse. Allí le pedimos al Espíritu que vuelva a encender su fuego. 

 

¿Qué es el Espíritu Santo en el camino de la vida cristiana? Es el alma. Es el alma de la vida en Cristo, por lo tanto es el alma de la Iglesia. Por eso, cada uno de nosotros, que estamos invitados a participar del ser en Cristo en la comunidad eclesial por el don bautismal,queremos dejarnos bautizar en el Espíritu Santo, dejarnos tomar por Él.

 

Es una necesidad grande que tenemos de la presencia de esta Persona, la tercera persona de la Santísima Trinidad, para que nos ayude a ser discípulos e instrumentos de la conversión de otros. Para que nos convierta, nos cambie, nos transforme; para que, habitándonos en gracia de identificación con Cristo, nosotros podamos colaborar, por el don del Espíritu Santo, como lo hizo Pedro, convirtiendo a otros. En aquel primer Pentecostés, el Espíritu cambió el corazón de los once junto a Pedro. Y Él, en la voz del pescador de Galilea, movió a la conversión a tres mil hermanos. 

 

El Espíritu que se enciende en nosotros, además de recibir gracia de claridad, de conformidad, de sanidad, de entusiasmo, de querer vivir encendidos en la vida, recibimos don y gracia para ser instrumentos de conversión de los hermanos. El Espíritu viene a configurar nuestra vida según Jesús y desde allí, gracias a nuestro sencillo testimonio, poder acercar a otros a Él.

 

El Espíritu quiere valerse de la pobreza, de la fragilidad de nuestro barro, para que seamos transparencia de Dios. Quiere obrar en nosotros de tal manera que, configurándonos en Cristo podamos verdaderamente atraer a muchos hermanos a la presencia del Señor en la realidad de todos los días, y en el quehacer cotidiano, en la lectura de los acontecimientos y en la manera de ubicarnos frente a ellos, en la búsqueda de la madurez personal y en el trabajo de la vida en común, en el deseo profundos que hay en nosotros de plenitud y en la concreción de esos deseos en el quehacer de todos los días, ordenando nuestra vida y nuestra naturaleza, invitándonos a creer más allá de nuestras propias posibilidades. Necesitamos encontrar este ánimo, esta fuerza que nos llene de entusiasmo, de vida nueva que trae el Espíritu Santo. 

 

Necesitamos la vida del Espíritu no como un hecho aislado, sino como un modo nuevo de estar en Dios desde Él, con la conciencia de que Él es el protagonista principal en el camino de seguimiento de Jesús y la misión evangelizadora. La realidad clama por mayor claridad, mayor discernimiento, clama por un mundo nuevo a favor de la vida, pide orden… Todo esto es posible si le dejamos al Espíritu Santo ser el artífice, el protagonista, capaz de una nueva creación.

 

 

Padre Javier Soteras

 

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