La alegría

miércoles, 21 de septiembre de
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No es la euforia de los momentos de subidón, ni la chispa de un momento jocoso. No es risa floja ni alboroto y algazara. No es alegría etílica ni televisiva, pastillera ni hooligan, histérica ni simple, cervecera o evasiva. La alegría del Evangelio es algo muy diferente. Es optimista sin ser ciega. Es constante sin ser fácil. Tiene que ver con palabras como sentido, fe, lucha, opción, camino, reto, humanidad. Es la alegría que puede reír, y también llorar.

 

Imagina un desfiladero profundo. Un camino más bien agreste. Mucho verde, rocas, árboles. Al fondo se oye el agua de un río que corre. Y a medida que avanzas kilómetros por ese sendero, que a veces baja y luego vuelve a subir, en algún momento el agua está cerca, a la vista, casi puedes tocarla. Otras veces desaparece y sólo se oye como un rumor o un murmullo. Pero está ahí. Y tú en el camino a veces te sientes cansado, y otras lleno de energía. Tal vez has parado a recuperar fuerzas. Ahora vas hablando con tus gentes, o cantando, y luego hay silencio. Hoy hay sol, y tal vez mañana habrá tormenta. Pero el murmullo del torrente, el agua que corre está ahí.

La alegría profunda del Evangelio es algo así. Es encontrar, en el fondo, un manantial fresco, una fuerza vital que, por más piedras y barreras que encuentre, siempre encontrará un espacio para ser parte de tu vida cotidiana, de los momentos fáciles y los problemas, del canto y del silencio.

 

¿Podrías decir que el evangelio es para ti fuente de alegría? En concreto ¿qué tiene de buena noticia, de esas que te alegran el día?

 

 

Fuente: Pastoralsj

 

Oleada Joven