Ah Pedro, que mal has entendido las cosas…

lunes, 29 de junio de

Ah, Pedro, que mal has entendido las cosas.
Aquí, en realidad, no hay más roca que yo.
Tú llevarás mi barca
y yo no dejaré que jamás se desvíe.
Pero tú, Pedro, vas a continuar siendo de carne y de hueso.
Y hasta me gusta que las gentes vean
que en mi casa la autoridad es pecadora.
Esto no es una colmena en la que el grado o el oficio garantiza el nivel de santidad.
Aquí los galones no aseguran nada
y hay que ganárselo todo a golpe de corazón.
¡Ah, tú verás un día la trastera que tengo en mi cielo abarrotada de mitras y tiaras!.
Tú, Pedro, eres un Judas con lágrimas, no más.
¡Y ay si yo te dejara por un sólo minuto de mi mano!.

Pero yo os elegí tal como sois.
Ni tú eras mucho mejor que Judas,
ni Juan es más celoso que Mateo.
¿Para que quiero yo gigantes de espíritu?
Y ahora que está cerca la muerte
me pregunto:
¿Qué harían de mi mensaje una docena de inteligentes? Acabarían anunciando un evangelio mucho mejor que el mío. Exigirían carnets de santidad para el ingreso.
Pondrían en la calle a quienes sólo pudieran amar. Impondrían como obligatorio el doctorado y el cilicio
y todos los grados de la escala mística.

Prefiero, Pedro, que te vean a ti, traidor y cobarde
y que entiendan que, con eso, se puede construir una de las columnas de mi templo.
Porque yo no soy sólo el Dios de los humildes
sino también el de los pecadores.
Basta con que se aprendan la primera lección: la del amor.
Y la segunda, que es igual de importante, la de las lágrimas.

 

 

José Luis Martín Descalzo, Hablan Pedro y Jesús, en “Diálogos de Pasión