Bienaventurados los que siguen creyendo en la fuerza del amor. Los que aún en medio de este mundo contaminado por la violencia y la exclusión, siguen teniendo como utopía la construcción de un mundo mejor.
Bienaventurados los que trabajan día a día en esa construcción, los que prevalecen en la verdad y entregan la vida por un ideal. Los que entienden que un mundo diferente no puede ser construido con gente indiferente, y por eso son capaces de abrazar el dolor de quien tienen al lado.
Bienaventurados los que siguen teniendo la sonrisa como bandera, los que no se rinden y no se dejan robar el entusiasmo por la vida.
Bienaventurados los que no se encierran en si mismo y salen al encuentro, transmitiendo alegría en todos aquellos lugares en los que les toco estar.
Bienaventurados todos los que ven esto como un imposible, hasta que recuerdan que con Dios todo es posible.