Si cada día me atreviera a no negociar con mi mediocridad, Si cada día me atreviera a soñar con otros modos de hacer y amar, sin miedos que me paralicen, Si cada día me atreviera a embarrarme de vida, a involucrarme por completo, a entregarme toda, Si cada día lo hiciera, descubriría, como ayer, que hay otros tantos que acompañarían mis sueños y que juntos forjaríamos historias que merecen ser contadas y viviríamos vidas que da gusto vivirlas. Y al final de cada noche, cansado el cuerpo de tanto vivir, el alma solo balbucearía un gracias desbordante de tanta Vida.