Te doy gracias porque me vas encaminando a ser lo que desde siempre has soñado, porque sin yo darme cuenta vas abriendo caminos, vas guiando mis pasos. Me vas encomendando cosas sencillas para que aprenda a darme de lleno en lo pequeño.
Te doy gracias porque de a poco me voy despojando de ideas de éxito y grandeza , me voy vaciando de deseos que tienen el ‘yo’ como bandera y voy deseando más de lo tuyo, de ese darme en lo cotidiano, de trabajar en la sombra, en el detrás de escena, codo a codo contigo que durante 30 años no hiciste otra cosa que amar en lo sencillo. Deseo una mayor comunión, más docilidad, entera disponibilidad, profunda entrega, despojo total, pleno descentramiento para que ya no sea yo sino Tú en mí. ¡Cuánto me cuesta, Señor! Tú lo sabes. El mal me acecha continuamente, infunde miedo, quiere ganar terreno dentro pero más grande ha de ser mi confianza en tu Misterio. Permaneceré firme en la oración, en la búsqueda, en el intento de renunciar a aquello que me aleja, aprendiendo a mirar mi debilidad con ternura y Tú irás germinando dentro, lenta pero infatigablemente, y un día de mi corazón entero serás el dueño, el mal habrá perdido la batalla y Tú, divino Misterio, me habitarás de lleno. Hasta ese día, lucharemos a la par, sin descansar, hasta el abrazo final.