Confiar en los jóvenes

jueves, 9 de enero de
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A este tiempo le faltan abrazos que no se limiten a los excluidos y necesitados. Manos que se atrevan a curar las heridas con las propias heridas, y limpiar el barro de los ojos.

Se necesita derrumbar las estructuras que se han vuelto muros y han truncado por años los puentes. Rechazar la desesperanza de aquellos que dicen que la juventud está perdida, y dejar de crear realidad con palabras pesimistas.

¿Quién dijo que los jóvenes no pueden manejar la sacristía, o ser ministros de la Eucaristía? ¿Quién dijo que no pueden llevar la comunión a los enfermos, o manejar la economía de los eventos?

La juventud merece el canto del cielo que dice: “¡No teman!”, “¡Vayan!”.

Lo sagrado también le pertenece administrar a los jóvenes. Y les pertenece, porque Cristo llama con ojos que muchos no comprenden, y confía su misión a quienes uno no entiende.