[Contemplación de San Juan 20, 14-16]
Estaba el sepulcro vacío y oscuro. María lloraba a unos metros apoyada en una piedra, tomándose las rodillas y ocultando su cara entre los brazos.
Jesús se acercó y le preguntó: ‘Mujer, ¿por qué lloras?’ Ella sin levantar la vista respondió: ‘porque se han llevado a mi Señor, si sabes dónde lo han puesto, dímelo por favor.’
Jesús la llamó por su nombre y al pronunciarlo ella lo reconoció. Levantó su vista, lo vio detrás de sus lágrimas y dijo: ‘Raboní’ (que significa ‘maestro’). La risa se hizo paso en medio del llanto mientras se levantaba presurosa y corría a su Encuentro para fundirse en un abrazo que disipaba el miedo y convertía el dolor en gozo y la desilusión en esperanza. Lo vio y ese día ella también resucitó.