El viernes me escribieron de Núñez del Prado (una de las comunidades rurales de nuestra Parroquia) diciéndome “padre, ojalá pueda venir mañana así tenemos la Misa, porque llovió toda la semana y estamos sin caminos, nadie puede salir ni entrar…”. Al mediodía del sábado, pregunté cómo estaban los caminos y de parte de “un baquiano” me dijeron: “Podés ir a Núñez, está marcada la huella”. Escueto y preciso.
Sucede que en los caminos rurales cuando hay que manejar y hay mucho barro es importante ir despacio y no dejar nunca la huella, es decir conducir sobre la huella, porque es la parte más firme del camino. Finalmente fui y volví y tuvimos la Misa.
A veces en los caminos de la vida y de la fe uno siente y cree que se puede empantanar… Es que por momentos nos tocan transitar tramos barrosos donde parece que todo se mueve y no hay seguridades que nos sostengan. ¿Le habrá pasado algo así a Tomás el Mellizo, que era uno de los doce? ¿Habrá sentido que su fe en Jesús Resucitado patinaba?
También nos puede pasar que frente a nuestras dudas o incredulidades, en el fondo sintamos que “Si no veo y no toco a Jesús no puedo creer”.
Tal vez de eso se trata a la hora de transitar algunos caminos de la vida y de la fe cuando aparecen tramos barrosos y movedizos: ¡ir despacio y seguir la huella, pisar la huella…¿Cuál huella? Esa huella firme que dejaron quienes ya pasaron antes que nosotros por esos mismos caminos y que nos permite pasar con más facilidad. ¿Cuál huella? La huella de nuestros hermanos en la fe, la huella de la comunidad de fe, las huellas del testimonio y la enseñanza de los santos y de los mártires como Angelelli y sus compañeros… Tal vez sea bueno y oportuno no correrse de esas huellas, ir despacio y aunque por momentos haya patinadas y la cuneta se vea más cerca, seguir encima de esa huella firme. ¡La del Evangelio! ¡No tener miedo y jamás dejar de pisar esas huellas!, porque ya pasaron otros por ahí y eso nos facilita el paso…Por eso, al decir de Angelelli “Hay que seguir andando nomás”. ¡Hay que pisar las huellas nomás. (Y si te vas a la cuneta, o “al pasto” pedí ayuda, que siempre hay un hermano dispuesto ayudarte).
P. Munir Bracco