Cuaresma una nueva oportunidad

jueves, 28 de marzo de

 

La Iglesia, que es Madre, y nos enseña a caminar la vida nos presenta la cuaresma como tiempo de interiorización, de examen, de despojo. Un tiempo que tiene mucho de poda con la esperanza en el crecimiento que confiamos vendrá: el de nuestro corazón cristiano que cada día tiene una nueva oportunidad de ensancharse configurándose con Jesús, nuestro amado.

Quizá una de las preguntas más hondas que debamos hacernos en este tiempo es esta. ¿Cuál es el objeto de mi corazón? ¿Qué lo moviliza? ¿Qué lo cautiva? ¿Es Jesús?

Aquellos que nos reconocemos como cristianos, como seguidores y amigos de Jesús, sabemos, si hacemos memoria que hoy caminamos por este sendero porque nos encontramos en algún momento de nuestra vida con Él. Porque como a sus discípulos nos cautivó, de formas muy creativas y hondamente personales, y nos movilizó para emprender una marcha. LA marcha. Pero también tenemos la experiencia que nuestro corazón, débil, puede engancharse y seguir a muchas otras cosas, sueños, personas, propósitos, gustos, entre otras muchas realidades que más que unificarnos y ayudarnos a poner toda nuestra vida en movimiento por un propósito que elegimos libremente, nos arrastran mendigando ese amor que tanto nos cautivó por otros lados y que en el fondo sabemos, no vamos a encontrar allí. Hicimos experiencia de lo verdadero, y no nos conformamos con menos, pero nuestra poca fuerza nos lleva a no poder elegirlo cada día.

¡Pero tenemos un consuelo! El Señor sabe de nuestra debilidad. Sabe que nos distraemos, que es algo propio de nuestra naturaleza. Por eso Dios acompañó a su pueblo en tantos años de desierto, de idas y vueltas, donde ellos, aun habiéndose decidido por él, y habiendo hecho una alianza, iban por otros senderos, empujados por la tibieza, por la duda, por la dureza del camino. Por eso también Cristo acompañó a sus discípulos qué se distraían mientras él marcaba el rumbo de la vida, en vanidades, en quien será el más importante, en el cómo, en el cuándo, no pudiendo ver y comprender realmente donde tenían que poner su atención.

Nos consuela nuestra historia, porque conocemos los desenlaces. Sabemos que, entre idas y vueltas, el Señor es misericordioso y paciente, y sabe esperarnos. Nos da oportunidades (con cada nuevo día), para poder trabajar nuestra capacidad de abandono, de recogimiento, de despojo de lo innecesario, lo que está de más, y así apostar y entregarle nuestro corazón a Quién sabemos que tiene palabras de Vida verdadera, a Aquel que pueda decirnos la verdad de quien somos, y para que fuimos llamados a esta vida.

La cuaresma es otra de esas oportunidades. Oportunidad intensa y profunda. Tiempo para volver a trabajar con mayor intensidad en nuestro corazón, nuestra vida, nuestras costumbres diarias, en el como caminamos, y como podemos mejorar. Que nuestro modo de crecer sea entregarle todo, y hacerle el mayor lugar posible. Para que él resucite dentro nuestro todo lo que necesite nueva Vida. ¡Ayudanos, Señor!