Cuaresmavirus: tiempos del corazón en casa

martes, 17 de marzo de
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La Cuaresma es un tiempo de gracia para nuestros corazones. Sí, aún en tiempos de cuarentenas y coronavirus. Es tiempo de quedarnos en casa. No podemos simplemente hacer lo que queremos, debemos ser responsables para cuidarnos a nosotros mismos, cuidar a los demás; a los tuyos y a los míos, cuidar al otro.

Pero, aunque el COVID-19 se haga presente en nuestro mundo y corte toda actividad, pare el mundo; vacíe colegios, hospitales, museos, organismos públicos, etc.; tengo una hermosa noticia para vos: ¡la vida sigue! Sí, la vida continúa. Y no debemos bajarnos de la vida. Tenemos la promesa de un Reino, de la Vida Eterna. Y hoy más que nunca, disponemos de eso que muchas veces retrasa nuestra participación activa en la construcción del Reino de Dios: el tiempo.

Quedarnos en casa, disponer de un poco más de tiempo, no significa estar de vacaciones, sino, una invitación a ocuparlo de otra manera.

Y pareciera providencial que la llegada del señor Corona sea en tiempo de Cuaresma. La Cuaresma no ha terminado, ni se ha contagiado del coronavirus, sigue estando, porque Jesucristo está hasta el fin del mundo (Mt. 28, 20b).

Cuaresmavirus:

Quedate en casa, ponete en oración, y dejate contagiar por el cuaresmavirus. Un virus que, te advierto, no es nocivo, pero si transforma el corazón. Porque su portador, el mismo Jesús, ha prometido que ha venido a traer vida y vida en abundancia (Jn.10, 10). Y cuando Jesús toca el corazón, lo sana todo, lo mueve todo, lo transforma todo.

Este cuaresmavirus también tiene cierta cuarentena. Son cuarenta días en los cuales el corazón se queda en casa, se resguarda en el corazón de Jesús.

Jesús mismo está viviendo esta Cuaresma en el desierto, y fuimos invitados a vivirla con Él. Ya llevamos alrededor de veinte días. Estamos en la mitad… ¡no queda tanto! Por eso debemos aprovechar los días que nos quedan para acrecentar las prácticas que nos ayuden a sobrellevar este virus: oración, ayuno y limosna; fe, esperanza y caridad.

Crecer en la oración confiada, en una privación con esperanza y en dar lo que tenemos por amor a los más necesitados, es acercarse a contemplar el misterio de Jesucristo, nuestro Señor; y por lo tanto, aspirar a configurarnos con Él y caminar este tiempo con Él.

Pensaba esto, que los discípulos no sabían cuál era el final. No sabían jamás qué venía después. Y por eso tanto susto ante las anticipaciones de la Pasión de Jesús y del sufrimiento y entrega de la vida de los mismos apóstoles. Pero nosotros corremos con otra ventaja. Y es que sabemos cómo sucedieron las cosas. Ellos creyeron que la cruz había sido el final, nosotros sabemos que no lo es.

Dice un hermoso canto español: “No es la cruz un final, es el principio de la gloria de la resurrección. Nuestro Dios no es un dios fracasado, Jesucristo es un Dios triunfador…”

Sabemos que luego de la muerte viene la vida, luego del virus la sanación, luego de la tristeza la eterna alegría.

Dejate contagiar por el cuaresmavirus, para poder caminar con Jesús estos días que quedan en el desierto, adentrarnos con Él en su pasión, llegar hasta la cruz, pero no quedarnos allí: seguí el camino hasta la Vida Eterna. ¡No pierdas esa esperanaza!

¡El amor vence y no pasará jamás! Nunca pierdas de vista esa promesa, es Palabra de Dios. (1Cor. 13, 8)

No nos olvidemos de orar por los afectados, por los que trabajan por ellos, y por nuestro país.

Pasó del dolor al amor, de la cruz a la luz, de la muerte a la vida.

 ¡Triunfó!