Cuidar lo sembrado

miércoles, 21 de diciembre de
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Hoy armé el pino y el pesebre, decoré la casa como lo hago desde que soy chica. Me pregunté internamente qué me movía a hacerlo ahora en dos casas, en la mía y en la de mi papá, los dos viviendo solos. Conozco a muchos que solo lo hacían por los niños, por su ilusión y una vez que estos crecieron, ya no lo hicieron más. Sin embargo, en casa, con mi mamá lo seguimos haciendo aunque yo fuese grande y una vez que ella falleció seguí haciéndolo yo. Creo que en cierto modo es ser fiel a lo que se ha sembrado en mí, es decir, ternura, entrega, cuidado.
Preparar el pino y el pesebre es para mí un acto de amor, más allá de la historia que rememora creo que lo principal para mí es el acto de cuidar. Cuidar que la casa siempre sea hogar, cuidar que siempre tenga yo tiempo para lo humano, para el gesto pensado, amado, dado en respuesta agradecida a una vida que me ha enseñado a amar así, en lo cotidiano.

No es que mi hogar sea menos hogar sin un pino y un pesebre pero creo que yo sería menos humana si no me dejo enamorar por el acto sencillo de cuidar, de mirar amorosamente el presente y su historia, si no cultivo lo que otros han sembrado, si no “pierdo” el tiempo en pequeñeces, si no me hago pequeña por un rato, si no aprendo a mirar con ternura y asombro, si ya no hay rituales que nombren lo sagrado, si ya no tengo tiempo para lo importante.