Hay un momento para todo y un tiempo para cada cosa bajo el sol (Ecles 3, 1)
Con esta cita del Eclesiastés describo lo que va de este año. Sin duda fuera de lo común. Este 2020 nos remeció por completo, nos desarmó los planes y expectativas a todos y nos trajo muchas sorpresas inesperadas e ingratas.
Cada uno tendrá su propia historia para contar. Cada uno lo está viviendo como puede o como le sale. Aunque se ponga difícil a ratos, me parece que la actitud y las ganas que le pongamos a este tiempo ayudan a encontrar motivos en lo cotidiano para reír y no perder la alegría, y no solo podamos decir que “sobrevivimos” a la pandemia, sino que la vivimos a fondo sacando aprendizajes de este momento complicado de nuestra historia.
Yo soy uno de esos a los que el coronavirus le “desinfló el globo”, pues este año para mí era especial. Este sería el año inolvidable donde me animaba a dar el paso y hacer la opción por la vida consagrada. Y aquí estoy feliz, con casi 7 meses de postulantado en la familia de Don Orione. Sin embargo ha sido muy diferente a como lo pensaba o como lo soñé. Ha sido un año con mucha novedad, aprendiendo a vivir mi nueva vida con la pandemia a cuestas, pero aprovechando cada instante, he podido conocer mi congregación y que me conozcan también, me he visto desafiado a buscar modos creativos de evangelizar en ambientes virtuales y acompañar la vida de la gente que el Señor nos confía. También me tocó estar cerca del virus, junto con hermanos y trabajadores, luchando cada día por el bienestar de nuestros hermanos más necesitados.
Un año intenso, con experiencias muy fuertes que quedarán marcadas a fuego en mi corazón y en mi historia vocacional. Y todas esas vivencias externas pasan también por lo interno, por lo más profundo, por el corazón y por mi relación cercana con Dios. Creo que sin su gracia no podría estar escribiendo estas líneas hoy. Me ha sostenido con fuerza y a cada momento me anima a seguir adelante, a que pueda seguir regalando mi sí en lo cotidiano sin perder el entusiasmo.
Este tiempo de pandemia y cuarentena he tenido la posibilidad de reflexionar en torno al nombre de mi familia religiosa “Hijos de la Divina Providencia”. Pues aunque estoy recién empezando a caminar por esta senda hacia Jesús que nos marcó San Luis Orione, así me siento, en un completo y confiado abandono en manos de la Providencia. Experimentando a este Dios que va haciendo camino con nosotros, a este Dios que he conocido y que no le gusta que nos acomodemos tanto a las estructuras o planes armados, sino que basta con que lo decida y nos hace cambiar de ruta hacia donde él nos dirija y piense que es mejor para nuestra vida.
Y es por todo lo anterior que elegí la cita inicial. Este es el momento y el tiempo del coronavirus; el tiempo y el momento del dolor y la desesperanza para muchos, pero que sin duda no serán eternas. Y aunque pareciera ser el tiempo y el momento donde solo la muerte tiene la última palabra, yo decidí que fuera el tiempo y el momento de dar la vida y darla por entero.