De cuando alguien me invitó a rezar…

lunes, 22 de junio de

 

Seguramente alguna vez alguien te invitó a algún retiro, a un encuentro,  a la reunión del grupo o a rezar ¿no?   A mí también me pasó. Hace un tiempito alguien me mando una invitación para participar de su grupo de oración, era una invitación a participar en vivo de Facebook en el cual iban a estar haciendo oración.  Fue una de las experiencias más lindas que tuve durante la cuarentena pero no tanto por la oración en sí misma sino por ese gesto de invitación a rezar.

Quiero detenerme a pensar en ese gesto porque creo que es una forma hermosa de decir “te quiero”, “me importas”. Es que cuando alguien te invita a rezar lo que quiere es que vos experimentes esa sensación maravillosa de sentirte profundamente amado por Cristo. Ahí en ese gesto, en esa invitación se esconde la idea de que somos hermanos. Hoy, que no podemos abrazarnos, que se hace difícil estar cerca, esa invitación a rezar juntos se vuelve abrazo que alivia y reconforta.

Ese gesto de invitar a alguien a rezar juntos es precioso porque cuando nos hace o hacemos esa invitación se muestra un pedacito de nuestra alma. Ahí en nuestra alma nosotros sentimos ese profundo amor de Dios para con nosotros, surge entonces ese anhelo, esa necesidad de anunciarlo, de no guardarlo para nosotros mismos sino de decírselo a todos para que cada quien pueda experimentar la alegría de saberse amado. Por eso es tan lindo que nos invitan a rezar porque cuando alguien te invita a hacerlo, de alguna manera te está diciendo: “Mira quiero compartir con vos lo mejor que tengo, el amor de Dios, quiero que vos también experimentes esta alegría”.

También la invitación que nos hace alguien a rezar es una invitación a conocernos sin caretas, tal y como somos, y a aprender a amarnos por eso que somos.  En nuestro cotidiano, frente al mundo a veces nos ocultamos detrás de máscaras fingimos ser quienes no somos, pero cuando rezamos eso es imposible, cuando estamos cara a cara frente a Dios no hay careta que valga, somos totalmente transparentes, sabemos que Él nos ama así tal como somos. Entonces cuando rezamos con alguien tampoco hay forma de disimular o de mostrar algo que no es real, la otra persona nos ve así auténticos  y nos dice te quiero, te quiero así como sos, con tus errores y aciertos, con tus fortaleza y debilidades.

A veces estamos cansados, tenemos mil cosas por hacer y las invitación para rezar juntos son “una cosa más en la lista”, pero hoy quiero invitarte a que lo veas de esta manera, que le des a ese gesto el valor que se merece. ¿Y si te animás invitar a alguien más a rezar con vos?. ¿Qué manera tan maravillosa de decir te quiero, no?