14/01/2019 – Luana y Agustín pertenecen al grupo de Infancia y Adolescencia misionera de la Parroquia María Auxiliadora en Santa Fe. Allí, viven la misión de una manera muy especial: “tuvimos la gracia de poder conocer a muchas personas y muchos lugares en donde Cristo y mamá María siempre estuvieron presentes”.
Este año, Luana y Agustín, participaron de la Misión Arquidiocesana Juvenil en Barrancas, Santa Fe. ” Desde hace 4 veranos que nos reservamos está fecha ya que la IAM a nivel Arquidiócesis organiza una misión. Es un momento para recargar energías, luego de trabajar para Cristo todo el año; dándonos un impulso gigante para poder seguir anunciando” cuentan.
Luana Kober nos cuenta: “Cada vez que misionaba, cada vez que una persona abría su puerta, cada vez que alguien charlaba con nosotros y abría su corazón contándonos sus preocupaciones o sus alegrías… en cada una de esas veces descubrí a Jesús. Un Jesús humano, que se manifestaba en cada hombre, mujer o niño que encontrábamos en cada casa. Cada una de esas personas llevaba dentro de sí a Cristo, un Cristo que llora y se ríe, que se preocupa y que tiene esperanzas, un Cristo que está en todos nosotros y que muchas veces no lo logramos ver.
Descubrí a Jesús en cada palabra de aliento, en cada recuerdo, en cada sonrisa de la persona que nos abría la puerta… La misión y ese encuentro cercano con Jesús me hicieron crecer como persona, me mostraron y enseñaron a ver al otro como mi hermano y a amarlo como tal, sin importar las diferencias que tengamos, la creencia de cada uno o la edad, sin importar nada… Todos esos detalles quedan opacados al descubrir a ese Jesús hermano dentro del corazón del otro”.
Soy Agustín Musuruana, animador de la IAM María Auxiliadora. Particularmente mi encuentro con Cristo fue en una misión, en un momento muy importante de mi vida, ya que estaba evaluando la decisión de entrar o no al seminario. Fue en ese momento, en donde al entrar a una zona muy marginada de un barrio es que me recibe un chico, al que yo no conocía y me pide que lo lleve a “cococho”. Con una amiga hacemos una carrera hasta su casa… al entrar veo que su casa era del tamaño de mi pieza, era de chapa y no tenía piso, estaban en la tierra. Pasamos un tiempo con ellos y nos fuimos… ese chico sonrió y se divirtió acompañado de Cristo.
Luego de un tiempo entendí que Cristo me había manifestado su voluntad en ese chico, me había marcado el camino. Desde ese momento no dejo de misionar cada vez que puedo y de la misión saco todas las energías para seguir mi camino en Cristo y María.