Dios carga a los más heridos

lunes, 20 de enero de
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Hay penas que se vuelven nuestras; compañeras de crónicos relatos. Nos abrazan, están. A veces, ahogando, pesando. Piedras que intentamos sacar de nuestra mochila, pero pronto caen en nuestro camino. Y tropezamos, nos lastimamos. Aunque no las elegimos, duelen. Inevitablemente nos arrastran, nos pertenecen.

Cargamos un madero, o un mármol. Y nada puede usarse como soporte más que nuestros propios hombros. Allí descubrimos el barro que nos constituye, la fragilidad con la que estamos labrados. Pero dentro de la incomprensión de las alas heridas, nuestra vida tiene sentido. Y aunque Dios parece escondido, está; vive en nosotros, y carga en sus brazos a los más heridos.