Domingo 01 de Octubre de 2023 – Evangelio según San Mateo 21,28-32

miércoles, 27 de septiembre de
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Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo:”¿Qué les parece? Un hombre tenía dos hijos y, dirigiéndose al primero, le dijo: ‘Hijo, quiero que hoy vayas a trabajar a mi viña’.El respondió: ‘No quiero’. Pero después se arrepintió y fue.Dirigiéndose al segundo, le dijo lo mismo y este le respondió: ‘Voy, Señor’, pero no fue.¿Cuál de los dos cumplió la voluntad de su padre?”. “El primero”, le respondieron. Jesús les dijo: “Les aseguro que los publicanos y las prostitutas llegan antes que ustedes al Reino de Dios.En efecto, Juan vino a ustedes por el camino de la justicia y no creyeron en él; en cambio, los publicanos y las prostitutas creyeron en él. Pero ustedes, ni siquiera al ver este ejemplo, se han arrepentido ni han creído en él”.

Palabra de Dios

Padre Marcelo Amaro | Sacerdote jesuita

La fe en el Dios que es amor, la fe en Jesucristo no se puede limitar ni a ritos ni a cumplimiento de prácticas y leyes. La fe en Jesús es un camino de seguimiento que nos impulsa a abrir el corazón a la fraternidad del Reino y esta solo se hace posible en el amor. Un amor que se hace historia, que no se queda ni en un sentimiento ni en un idealismo, sino que se trata de un amor que se juega en lo objetivo, que se hace servicio, que trabaja por el bien, que se hace camino de reconciliación y entrega.

Es fundamental que hagamos esto presente, porque podemos caer en la trampa de quedarnos cómodos en conocimientos, en sentimientos o ritos, que nos dejan tranzando tranquilamente con durezas, rencores, discriminaciones o egoísmos; y estos justifican nuestros modos de ver y de pensar, dejando así de buscar el amor que nos impulsa a construir cotidianamente esta fraternidad por la que Jesús se jugó el pellejo.  Esa es la voluntad del Padre, que creamos en Cristo y le creamos a Cristo, lo que nos pone en tensión hacia el amor, siempre desafiante, siempre mayor.

El cuestionamiento que en aquel tiempo Jesús hacía a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo, hoy nos lo hace a nosotros. ¿Cuál es el hijo hace la voluntad de su padre? ¿El que dice que va a ir a trabajar al campo pero no va o el que responde que no va a trabajar al campo pero finalmente va?

Claramente es el segundo, pero muchas veces nos quedamos satisfechos y cómodos solo con respuestas superficiales que se vuelven vacías si no se llevan a lo objetivo, si no se hacen realidad.

Hoy Jesús nos interpela a todos nosotros, a todos los que decimos que creemos en Él. ¿Nuestra fe impacta en nuestra vida, empapa nuestras convivencias? ¿Nuestras vidas se vuelven Evangelio para los demás o solo se quedan en búsquedas subjetivas que no construyen el Reino y tranzan con modos de ser egoístas, agresivos o pasivos que no nos dejan amar al modo de Jesús?

Qué bien nos hace recordar aquella frase que dice: “lo que haces grita tan fuerte que no puedo escuchar lo que dices”. El Evangelio no es para saberlo, es para vivirlo.

La fe es un tesoro, es un don, pero no es algo de lo que nos podamos adueñar. Sólo podemos abrazarla y para ello debemos dejar que ilumine nuestra vida, que nos interpele y que la llevemos a una acción que siempre va a romper con nuestras tendencias egoístas, porque nos va a impulsar al amor y al perdón.

Cuidado con adueñarnos de la fe. Cuidado con creerse mejor que otros. Todos estamos en camino, y todos necesitamos de conversión. El amor siempre necesita abrirse paso en la historia y también en nuestro corazón. En verdad les digo que los publicanos u las prostitutas van por delante de ustedes en el Reino de Dios, dice Jesús.

Cuidémonos de juzgar y abramos el corazón a la fraternidad del Reino que para todos y siempre será un desafío. Que Dios nos bendiga y fortalezca.