En aquél tiempo, Jesús dijo a sus discípulos:”Tengan cuidado y estén prevenidos, porque no saben cuándo llegará el momento.Será como un hombre que se va de viaje, deja su casa al cuidado de sus servidores, asigna a cada uno su tarea, y recomienda al portero que permanezca en vela.Estén prevenidos, entonces, porque no saben cuándo llegará el dueño de casa, si al atardecer, a medianoche, al canto del gallo o por la mañana.No sea que llegue de improviso y los encuentre dormidos.Y esto que les digo a ustedes, lo digo a todos: ¡Estén prevenidos!”.
Comenzamos este tiempo de Adviento, invitados no sólo a preparar el corazón para la Navidad sino a prepararnos para el encuentro definitivo con el Señor: mirar para adelante, mirar con esperanza, caminar con sentido.
Se nos exhorta a mirar, vigilar, velar, es decir, a la actitud fundamental de estar atentos, de no quedarnos cómodos o paralizados en distracciones que nos alejan de vivir con libertad y con sentido, sino que podamos reconocer lo que sucede en nuestro interior y a nuestro alrededor, para discernir y elegir aquello que construye lo bueno y que nos ayuda a caminar hacia Dios.
Se nos invita a prepararnos para la Navidad encendiendo la esperanza. El Adviento nos pone de frene al anuncio de que el Señor no solo vino hace dos mil años cuando nació en Belén, sino que viene hoy a nuestra vida para involucrarnos en caminos de salvación, caminos de amor y fraternidad; pero también, al Adviento nos impulsa a que la vida apunte al cielo en la espera de la venida definitiva del Señor.
El llamado a velar, a estar vigilantes es a hacerlo en nuestro presente, porque es aquí y ahora donde se nos brinda la oportunidad de vivir con autenticidad, de sacar lo mejor de nosotros mismos, de amar, de reconciliar.
El Evangelio nos habla de un hombre que al irse de viaje deja a cada uno de sus criados una tarea. Pues, cada uno de nosotros tiene una misión que se enmarca en el amor, en la construcción de un mundo más justo y más humano. Velar será reflexionar sobre la propia tarea recibida, sobre nuestra misión, y dar pasos para descubrirla o para vivirla en plenitud.
Comenzamos el Adviento animándonos a valorar nuestros propios dones, desde el convencimiento de que Dios nos llama con ellos a la tarea del amor que nos permite ser parte en la construcción de la fraternidad del Reino. El Señor ha venido a nuestra historia, nos llama y acompaña en nuestro presente, y nos espera con los brazos abiertos cuando culmine nuestro camino por este mundo.
Miremos, vigilemos y velemos, para vivir en plenitud aquello que vale la pena, porque verdaderamente ilumina nuestra vida.Que Dios nos bendiga y fortalezca. Feliz tiempo de Adviento.