Domingo 03 de Julio de 2022 -Evangelio según San Lucas 10,1-12.17-20

lunes, 27 de junio de
image_pdfimage_print

El Señor designó a otros setenta y dos, y los envió de dos en dos para que lo precedieran en todas las ciudades y sitios adonde él debía ir. Y les dijo: “La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha. ¡Vayan! Yo los envío como a ovejas en medio de lobos. No lleven dinero, ni alforja, ni calzado, y no se detengan a saludar a nadie por el camino. Al entrar en una casa, digan primero: ‘¡Que descienda la paz sobre esta casa!’. Y si hay allí alguien digno de recibirla, esa paz reposará sobre él; de lo contrario, volverá a ustedes. Permanezcan en esa misma casa, comiendo y bebiendo de lo que haya, porque el que trabaja merece su salario. No vayan de casa en casa. En las ciudades donde entren y sean recibidos, coman lo que les sirvan; curen a sus enfermos y digan a la gente: ‘El Reino de Dios está cerca de ustedes’.” Pero en todas las ciudades donde entren y no los reciban, salgan a las plazas y digan: ‘¡Hasta el polvo de esta ciudad que se ha adherido a nuestros pies, lo sacudimos sobre ustedes! Sepan, sin embargo, que el Reino de Dios está cerca’. Les aseguro que en aquel Día, Sodoma será tratada menos rigurosamente que esa ciudad. Los setenta y dos volvieron y le dijeron llenos de gozo: “Señor, hasta los demonios se nos someten en tu Nombre”. El les dijo: “Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo. Les he dado poder para caminar sobre serpientes y escorpiones y para vencer todas las fuerzas del enemigo; y nada podrá dañarlos. No se alegren, sin embargo, de que los espíritus se les sometan; alégrense más bien de que sus nombres estén escritos en el cielo”.

 

 

Palabra de Dios

Padre Marcelo Amaro | Sacerdote jesuita

 

 

 

Jesús es un apasionado por el Reino y va por ciudades y pueblos predicando con gestos y palabras esa fraternidad que Dios nos llama a vivir y que ya está presente, que ya es posible; claro que si la queremos acoger, tenemos que abrir a ella nuestro corazón.

El Reino, como el amor, no se impone sino que se ofrece gratuitamente y por eso encontramos al Señor enviando a setenta y dos discípulos a la misión y compartiendo con ellos su modo de hacer el bien a las personas, porque el Reino de la fraternidad y el amor, no se puede predicar con prepotencias, ni desde el orgullo; solo desde la pobreza evangélica, desde la sencillez y desde la humildad, se puede anunciar que todos compartimos una misma dignidad y que estamos llamados a vivir en fraternidad.

Jesús envía a muchos a la misión, tantos que irán a predicar en su nombre y a su modo, tantos que no conocemos y que desde ese anonimato viven con fidelidad y entrega esa vocación misionera que hoy compartimos todos los que nos sabemos discípulos y miembros de la Iglesia.

Hoy como ayer, el Señor nos llama a ser servidores de su misión sintiéndonos parte de un grupo gigante de hombres y mujeres enamorados de Cristo y su mensaje. Primero que nada tenemos que sabernos amigos y servidores; cuidado con adueñarnos de la misión, cuidado de ir asegurándonos lugares que desplacen a otros y que promuevan actitudes prepotentes y manipuladoras. Primero miremos a la gente como lo hizo Jesús, miremos sus necesidades y desde el amor sintamos la compasión que también movió al Señor. La misión es desde el amor y no desde otro lugar. Pidamos al dueño de la mies que envíe obreros, que siga llamando y enviando a otros que se entreguen a la causa del Reino, tan necesaria en un mundo donde nacen y crecen grietas que nos separan, y donde los pobres se siguen sintiendo humillados y marginados, y donde la violencia sigue golpeando a la puerta de la historia.

Hoy como en aquel tiempo, el Señor nos llama a anunciar la fraternidad del Reino como ovejas en medio de lobos, a su modo, como mujeres y hombres de paz y de honestidad, sin tranzar con las dinámicas que no miran más que el éxito y el poder; no poniendo la confianza en nuestras fuerzas sino en aquel que nos envía y que nos sostiene en la misión.

Que vayamos con sencillez, sin buscar seguridades ni comodidades, y que no nos distraigamos en el camino. El mensaje del Reino sigue siendo urgente y novedoso para todos y solo crece haciéndole lugar en nuestro corazón. Jesús nos advierte que no se trata de una tarea fácil ni agradable, pero sí que es la causa más importante del ser humano, la que salva vidas, la que da sentido.

Dios quiera que podamos ser trasmisores de este Reino al que Jesús nos llama a vivir y anunciar. Y que como Iglesia, con una presencia siempre compasiva y solidaria, podamos sanar los corazones de muchas personas en sus distintas necesidades. Que demos testimonio de que el Reino de Dios ya está entre nosotros y que a pesar de nuestras miserias, está vivo y actuante en nuestro corazón y también en nuestro mundo.
Que Dios nos bendiga y fortalezca.