Domingo 06 de Agosto de 2023 – Evangelio según San Mateo 17,1-9

lunes, 31 de julio de
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Jesús tomó a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y los llevó aparte a un monte elevado.
Allí se transfiguró en presencia de ellos: su rostro resplandecía como el sol y sus vestiduras se volvieron blancas como la luz.De pronto se les aparecieron Moisés y Elías, hablando con Jesús.Pedro dijo a Jesús: “Señor, ¡qué bien estamos aquí! Si quieres, levantaré aquí mismo tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías”.Todavía estaba hablando, cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra y se oyó una voz que decía desde la nube: “Este es mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta mi predilección: escúchenlo”.Al oír esto, los discípulos cayeron con el rostro en tierra, llenos de temor.Jesús se acercó a ellos y, tocándolos, les dijo: “Levántense, no tengan miedo”.Cuando alzaron los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús solo.Mientras bajaban del monte, Jesús les ordenó: “No hablen a nadie de esta visión, hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos”.

Palabra de Dios

Padre Marcelo Amaro | Sacerdote jesuita

El seguimiento de Jesús es exigente e implica asumir caminos que traen cruz. De hecho, el amor que nos propone vivir el Señor y que nos impulsa a conquistar nuestra libertad para amar y servir a Dios y en Dios a los demás, lleva consigo dificultades internas y externas. Las internas porque todos tenemos tendencias egoístas que nos llevan a centrarnos en nosotros mismos y a no amar comprometidamente, y las externas, porque quien quiera vivir con honestidad las exigencias del amor a Dios, al prójimo y a uno mismo, será muchas veces incomprendido o perseguido o descartado, así como le pasó a Jesús.
Ante las dificultades del camino, ya internas ya externas, nos desanimamos, nos cuestionamos por el sentido, y vuelve la pregunta si esto vale la pena. Por eso hay que estar atento al corazón y a no decaer en seguir la pista a Dios que siempre nos regala signos y experiencias que aún en medio de nuestras oscuridades, nos fortalece, nos anima, nos muestra los pasos oportunos para seguir adelante y fundamentalmente para que sigamos perseverando en el seguimiento de Cristo.

En la Fiesta de la Transfiguración que celebramos este domingo, contemplamos este momento de luz y consuelo que vivirán algunos discípulos con Jesús. Iban hacia Jerusalén, lugar de la cruz; muchos los habían abandonado, muchos los cuestionaban y criticaban al maestro. En medio de esta tensión Jesús toma a tres de sus discípulos, Pedro, Santiago y Juan y vive con ellos o, más bien, para ellos, una experiencia extraordinaria que confirma su camino y anima sus pasos. “Se transfiguró delante de ellos y su rostro resplandecía como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. De repente se les aparecieron Moisés y Elías conversando con Él”.

Esta experiencia tan impactante necesita ser acogida con libertad y confianza para que realmente marque la vida. Y ahí nos encontramos con dos reacciones distintas. Primero la de Jesús, quien integra la experiencia, que lo fortalece, lo abre a la esperanza y a la confianza para seguir camino hacia Jerusalén en medio de dificultades. La segunda reacción es la de los discípulos, que en la persona de Pedro, piden quedarse allí, deseando atrapar este consuelo y aferrarse a él como lugar seguro donde refugiarse.
El Padre, les dice a los discípulos que fijen sus ojos en Jesús y que lo escuchen… invitándolos a poner en Él la confianza, a salir de sí y a seguir al Señor hacia Jerusalén, asumiendo las consecuencias propias del amor y del seguimiento.

Hoy nos podemos preguntar por las experiencias que Dios nos ha reglado en el camino y que nos invitan a poner los ojos en Cristo, a escucharlo y seguirlo; esas experiencias que te han dado paz y te han impulsado a crecer en el amor y a perseverar, aún en las dificultades. Podríamos preguntarnos si las hemos abrazado y aprendido de ellas, o si solo las hemos disfrutado abandonándolas en algún lugar de la memoria o haciendo de ellas un repertorio de anécdotas espirituales.

Hoy podríamos repasar esos regalos inmensos que Dios nos ha hecho en el camino y volver a otorgarle la fuerza y la luz de las que son fuente, y así volver a confiar y abrirnos a la esperanza como discípulos que buscamos amar en la vida al modo de Jesús.

Que Dios nos bendiga y fortalezca.