Jesús fue desde Galilea hasta el Jordán y se presentó a Juan para ser bautizado por él. Juan se resistía, diciéndole: «Soy yo el que tiene necesidad de ser bautizado por ti, ¡y eres tú el que viene a mi encuentro!» Pero Jesús le respondió: «Ahora déjame hacer esto, porque conviene que así cumplamos todo lo que es justo». Y Juan se lo permitió. Apenas fue bautizado, Jesús salió del agua. En ese momento se abrieron los cielos, y vio al Espíritu de Dios descender como una paloma y dirigirse hacia Él. Y se oyó una voz del cielo que decía: «Este es mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta toda mi predilección».
Culminando el tiempo de Navidad, este domingo celebramos la Fiesta del Bautismo del Señor. En estos días lo veíamos naciendo en un pesebre, en pobreza y humildad y viniendo de esta manera a ser Dios con nosotros transitando nuestra historia y empapándola con su vida y con su amor en medio de dificultades. Lo veíamos como el Mesías anunciado, como el rey de los judíos, como Aquel que viene a salvar y que era reconocido por los pastores, algunos vecinos y por los magos que venían de oriente.
En el Evangelio de hoy, contemplamos el bautismo de Jesús, donde Dios Padre, enviando el Espíritu Santo sobre Él, lo presenta a todos los que estaban en el Jordán y hoy, también, a todos nosotros, diciendo: “Éste es mi Hijo muy querido en quien tengo puesta toda mi predilección”.
Éste es Jesús, el Hijo amado del Padre, el primero y así mismo no toma esto como privilegio que lo separe de los demás, no lo atesora para beneficio propio, sino que se hace hermano de todos, se acerca a nuestras fragilidades y miserias, se pone a la cola con los pecadores para recibir el bautismo del perdón de los pecados.
¿Cómo no nos va a sorprender verlo así? Al Bautista lo asombró, lo desubicó. Aquel juez poderoso que había anunciado que vendría a castigar a los malos y premiar a los buenos, aparece humilde y sencillo, como uno más, para ser bautizado por él. El Bautista lo cuestiona, pero el deseo de Jesús no es cumplir las expectativas de los demás, sino vivir a pleno la voluntad del Padre; por eso le responde: “Ahora, déjame hace esto, porque conviene que así cumplamos todo lo que es justo”, es decir, está bien que cumplamos todo lo que Dios quiere. Y así lo quiere Dios, lo quiere hermano, lo quiere compasivo, lo quiere entregado al servicio de la humanidad.
Que hermoso contemplar así al Señor, y prepararnos para que este año que está comenzando sea una aventura que nos permita conocerlo más intensamente para que lo podamos amar y seguir más profundamente. Que nos dejemos sorprender y que el Jesús hermano, amigo y salvador nos mueva el esqueleto, nos cuestione todas las imágenes rígidas y distantes que muchas veces nos podemos hacer de Él.
En el bautismo lo vamos a ver haciendo la fila con todos los pecadores que esperaban ese bautismo; más adelante, viviendo a pleno su misión, lo veremos sentándose a la mesa con todos los que eran señalados como pecadores y despreciables. Y en la cruz lo veremos dando su vida por todos y rezando al Padre para que perdone a quienes lo habían condenado y con ellos a toda la humanidad.
Contemplar el bautismo de Jesús, nos puede llevar a hacer presente nuestro propio bautismo. Y así como Él se identificó con nosotros podamos dar pasos para identificarnos con Él, para vivir como hijas e hijos muy amados del Padre. Renovemos nuestro deseo de seguimiento de Cristo y dejémonos guiar por el Espíritu de Dios que ha sido derramado sobre nuestros corazones. Él nos guiará para que también nosotros, hagamos la voluntad del Padre. Que Dios nos bendiga y fortalezca.