Jesús dijo:”Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños.Sí, Padre, porque así lo has querido.Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, así como nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.”Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré.Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio.Porque mi yugo es suave y mi carga liviana.”
El anuncio de Dios que es amor y el anuncio de la fraternidad del Reino, ya presente en esta historia, sigue siendo una novedad para la humanidad. Nos cuesta romper con imágenes rígidas de un dios juzgador o legalista o duro o ajeno al dolor del mundo y sediento de sacrificios; pero también nos cuesta romper con una imagen individualista del ser humano, que mira la historia como una competencia para ver quién llega primero o tienen más o vive más cómodamente sin abrirse al dolor de los demás, pensando que la vida se trata de un “sálvese quien pueda”.
Pero la novedad del amor que nos revela Jesucristo nos sigue interpelando, la novedad de la misericordia de Dios que se acerca a nuestra realidad limitada y frágil para salvarnos, para restaurar la solidaridad esencial del ser humano, esa que nos hace plenos, sigue llamando a las puertas de nuestro corazón para invitarnos a asociarnos a Cristo en su entrega de amor radical, comprometido y fiel, que es el único camino de salvación para todos.
La dinámica del amor como fuerza motriz de una vida con sentido, como camino de redención, es una lógica que sigue siendo novedosa y revolucionaria en nuestra historia, es una lógica que está a la mano de todo ser humano, sea cual sea la realidad que viva; pero además, la lógica del amor nos abre a la solidaridad de unos con otros haciéndonos cargo de los demás, al modo de Cristo que cargó sobre sí, movido por el amor, con los pecados y las miserias de todos.
Quién podrá entender esto, quién podrá abrirse a esta sabiduría que nos hace salir de nosotros mismos para abrirnos como hijos al Dios-Amor y como hermanos a los demás; pues solo los humildes y sencillos podrán entender y entusiasmarse con este camino de vida que nos muestra Jesús.
En su acción de gracias, el Señor ora diciendo: “Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque habiendo ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes las has revelado a los pequeños.”Quién quiere bajarse de pedestales inventados que lo alejan de los demás; quién quiere romper con orgullos que justifican nuestras tendencias egoístas; quién está dispuesto a salirse de la carrera interminable del tener más o del saber más o del poder más, para abrirse al amor y al perdón como camino de plenitud, aún en medio de las dificultades; quién está dispuesto a hacer un camino honesto de conversión hacia la sencillez y la humildad para abrirse al camino del amor que nos revela el Señor.Confiemos en Él; Jesús es el verdadero rostro de Dios que nos muestra el modo de ser y de sentir del Padre. Vayamos hacia Él y pongamos ante su corazón nuestros cansancios, agobios, desilusiones, temores. El Señor nos llama a cada uno desde nuestra realidad y no centra su mirada en los que tienen como meta la búsqueda del éxito, de la comodidad y de pasarla bien, sino en los que padecen las consecuencias de un mundo que exalta a unos y descarta a otros. En el corazón de Cristo todos tenemos lugar, especialmente los pequeños y sencillos. Y éste, es un camino que es posible transitarlo todos, sin excepción. Sólo hay que abrirse a la lógica del amor. Confiemos en Él, vayamos hacia Él y aprendamos de Él que es manso y humilde de corazón. Que Dios nos bendiga y fortalezca.