Jesús dijo a sus discipulos:Si tu hermano peca, ve y corrígelo en privado. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano.Si no te escucha, busca una o dos personas más, para que el asunto se decida por la declaración de dos o tres testigos.Si se niega a hacerles caso, dilo a la comunidad. Y si tampoco quiere escuchar a la comunidad, considéralo como pagano o publicano.Les aseguro que todo lo que ustedes aten en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desaten en la tierra, quedará desatado en el cielo.También les aseguro que si dos de ustedes se unen en la tierra para pedir algo, mi Padre que está en el cielo se lo concederá.Porque donde hay dos o tres reunidos en mi Nombre, yo estoy presente en medio de ellos.
La fraternidad del Reino que Jesús nos invita a vivir se hace posible solo en el amor. Pero no se trata de un amor idealizado, con música de fondo y una lluvia de flores de distintos colores que invaden el ambiente. Se trata de un amor que estamos llamados a vivir aquí y ahora, con los que somos y como somos. Por eso el amor que nos invita a vivir Jesús, así como tiene que asumir las consecuencias dolorosas cargando con la cruz, es un amor que debe estar abierto al perdón.
El Reino nos convoca a la comunidad, a caminar juntos, a vivir unidos la misión. Y esto, si lo queremos vivir, necesariamente, debemos buscar modos amables, pacientes, respetuosos, que busquen el bien de los demás, para que podamos hacer procesos de conocimiento mutuo, de crecimiento en la unidad, y de reconciliación porque siempre habrá motivos para perdonar y para ser perdonados.
En nuestra vida el perdón es tan necesario como el pan; si no hay perdón pues no podrá haber perseverancia en el amor. Pero también debemos aprender a corregir y a dejarnos corregir. Porque en esta vida que nos propone el Señor, tenemos que ir aprendiendo día a día a caminar fraternalmente.Qué difícil es cuando nos cerramos en maneras de pensar o de ser que impiden progresar en la fraternidad. Qué difícil es cuando nos endurecemos de tal modo que no dejamos lugar a rehacer caminos de fraternidad. Cuántas personas o situaciones Dios ha puesto a nuestro paso para que recapacitemos, para que nos demos cuenta de nuestros fallos, y no hemos hecho caso. Es tremendo pero es una realidad, muchas veces caemos en la cuenta cuando ya no hay marcha atrás.
Qué podemos hacer, podemos ejercitarnos cotidianamente en la humildad, podemos darnos cuanta día a día de nuestros orgullos y egoísmos que nos separan de los demás, pedir perdón y buscar cambiar, reconciliar. Podemos desear ser corregidos, para transitar caminos de crecimiento personal y comunitario. La humildad será la virtud necesaria para hacernos dóciles a Dios y a todo aquello que viene de Dios y busca nuestro bien.
Es en la comunidad en donde el Señor nos espera: Porque donde hay dos o tres reunidos en mi Nombre, dice Jesús, Yo estoy presente en medio de ellos.
Que Dios nos bendiga y fortalezca.