Entonces llamó a los Doce y los envió de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus impuros. Y les ordenó que no llevaran para el camino más que un bastón; ni pan, ni alforja, ni dinero; que fueran calzados con sandalias, y que no tuvieran dos túnicas. Les dijo: “Permanezcan en la casa donde les den alojamiento hasta el momento de partir. Si no los reciben en un lugar y la gente no los escucha, al salir de allí, sacudan hasta el polvo de sus pies, en testimonio contra ellos”. Entonces fueron a predicar, exhortando a la conversión; expulsaron a muchos demonios y curaron a numerosos enfermos, ungiéndolos con óleo.
Seguir a Cristo es misión y la misión compromete la vida, no de cualquier modo sino a la manera de Jesús. No nos podemos quedar solo en el “que” de la misión: lo que tenemos que decir, o lo que tenemos que hacer. El “como” es fundamental para identificarnos con Cristo y para que sea eficaz la predicación del Evangelio.
Jesús envía a los discípulos de dos en dos. Parece que el mensaje de la fraternidad hay que anunciarlo en fraternidad, con todo lo que ello significa de ponerse de acuerdo, de limar asperezas, de convivir con los límites y fragilidades propias y ajenas, de disculpase, de querer y dejarse querer, de discernir juntos… cuánto que aprender para vivir fraternalmente y para trabajar en equipo.
Jesús envía a sus discípulos con un bastón… dispuestos a caminar mucho, a recorrer como Él ciudades y aldeas, a salir de sí mismos para que su centro sea la misión… Pero los envía, también, desprovistos de lo necesario para el sustento, los envía en pobreza. Claramente, el Señor no quiere que pongan su seguridad en sus propias provisiones, en sus propios medios. Qué desafío, abrirse a la confianza en Dios y abrirse a la compasión, al amor y al servicio de la gente. Parece que la predicación del Reino lleva consigo el testimonio desde la sencillez y la humildad, y a su vez, ser ocasión para que la gente dé lo mejor de sí, desde la gratuidad, desde la solidaridad. Otra dimensión que también puede marcarnos caminos de conversión en este tiempo.
Jesús le dice a sus discípulos que permanezcan en el lugar donde les han alojado, que es un medio para vivir la misión, y que no sigan buscándolo si ya lo han encontrado. Cuántas veces podemos no aceptar el lugar en donde estamos, podemos vivir nuestra actualidad desde la queja o desde el reproche, desde la comparación, desde la no valoración. Me encanta la frase que dice “tenemos que aprender a florecer donde Dios nos ha plantado”. Aceptar la propia realidad es fundamental, y en ella dar todo de nosotros mismos, lo que solo es posible si la misión es el centro de la vida. Y quizás, ahí se abran caminos de apertura, de cambio que partan de la confianza en Dios.
Y por último, l mensaje del Reino que nos compromete con la realidad para construir la fraternidad, es el mensaje más importante con el que Dios quiere tocar el corazón del ser humano. Si vivimos el fracaso en la misión, no nos frustremos, no renunciemos… como lo hizo el Señor, sigamos poniendo la confianza en el Padre y siendo fieles a la misión que Él nos ha encomendado.
Que Dios nos bendiga y fortalezca.
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