Domingo 12 de Diciembre de 2021 – Evangelio según San Lucas 3,10-18

lunes, 6 de diciembre de
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La gente le preguntaba: “¿Qué debemos hacer entonces?”. El les respondía: “El que tenga dos túnicas, dé una al que no tiene; y el que tenga qué comer, haga otro tanto”. Algunos publicanos vinieron también a hacerse bautizar y le preguntaron: “Maestro, ¿qué debemos hacer?”. El les respondió: “No exijan más de lo estipulado”. A su vez, unos soldados le preguntaron: “Y nosotros, ¿qué debemos hacer?”. Juan les respondió: “No extorsionen a nadie, no hagan falsas denuncias y conténtense con su sueldo”. Como el pueblo estaba a la expectativa y todos se preguntaban si Juan no sería el Mesías, él tomó la palabra y les dijo: “Yo los bautizo con agua, pero viene uno que es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de desatar la correa de sus sandalias; él los bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego. Tiene en su mano la horquilla para limpiar su era y recoger el trigo en su granero. Pero consumirá la paja en el fuego inextinguible”. Y por medio de muchas otras exhortaciones, anunciaba al pueblo la Buena Noticia.

 

Palabra de Dios

Padre Marcelo Amaro sacerdote jesuita

 

 

 

En este camino del Adviento, hoy celebramos el domingo de la alegría honda, de esa alegría que es consecuencia de abrirnos a la Buena Noticia que trae Jesús, el Dios con nosotros, y que es inseparable de la fraternidad del Reino.

Desde que nacemos estamos llamados a la convivencia. De hecho, necesitamos de otros para que sea posible nuestra vida, así como otros necesitan de nosotros, de nuestro aporte de nuestro amor y servicio. Este dato es contundente, si otros no hubiesen dado de sí y no nos hubiesen ayudado en nuestra s necesidades más básicas, no podríamos estar caminando por esta historia. También es cierto, y nuestra experiencia nos lo dice, que no solo a lo largo de nuestra vida hemos requerido de alimento y abrigo, ha sido necesario recibir amor, ternura, fuente de confianza en nosotros mismos y en los demás. Y cuando este amor no ha estado presente, o no ha sido el necesario han surgido heridas en nosotros difíciles de sanar.

Es evidente que estamos convocados a la convivencia, y a una convivencia que construya fraternidad y que responda a la necesidad de amor y servicio que nuestra humanidad reclama. Sin embargo, tantas veces nos olvidamos de esta solidaridad constitutiva de nuestro ser y vivimos en clave egoísta, moviéndonos por intereses individuales o de grupos minúsculos, y no viendo un horizonte más amplio, no buscando el bien común. Y terminamos obstinados en conductas caprichosas, en modos de pensar que solo justifican nuestras miradas sin Dios y sin fraternidad.

El camino hacia la Navidad nos abre el corazón al entusiasmo por una humanidad nueva, que se hace posible porque Dios viene a habitarla, pero que necesita del aporte personal de quien se adhiere a esta propuesta del Reino, optando por vivir en clave de honestidad y justicia, en clave de amor y generosidad, y asumiendo las consecuencias que esto le pueda acarrear.

Hoy, de la mano de Juan el Bautista, nos podemos dejar interpelar, y examinar nuestras acciones concretas y nuestro modo de relacionarnos con los demás. ¿Quién desea renunciar a toda prepotencia? ¿Quién desea dar batalla a cualquier búsqueda egoísta que se genere en su interior? ¿Quién desea no ceder a la deshonestidad, a la justificación tramposa, y a la incoherencia?

Por eso, abrir el corazón a la alegría honda, exigirá para todos nosotros acoger con verdad y confianza vivir procesos de conversión. Y todo esto tendrá consecuencias en nuestro modo de relacionarnos con los demás. En la convivencia nos lo jugamos todos y ella es la clave para abrir el corazón a Jesús que viene para llamarnos a su seguimiento.
Pidamos a María que nos anime en este camino de conversión y que nos enseñe a escuchar la voz del Espíritu para que elijamos dejarnos mover por Él, abrazando en nuestra vida la alegría profunda que solo viene del Señor. Que Dios nos bendiga y fortalezca.