Domingo 17 de Febrero – Evangelio según san Lucas 6, 12-13. 17. 20-26

viernes, 15 de febrero de
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    Jesús se retiró a una montaña para orar, y pasó toda la noche en oración con Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos y eligió a doce de ellos, a los que dio el nombre de Apóstoles.
Al bajar con ellos se detuvo en una llanura. Estaban allí muchos de sus discípulos y una gran muchedumbre que había llegado de toda la Judea, de Jerusalén y de la región costera de Tiro y Sidón. Entonces Jesús, fijando la mirada en sus discípulos, dijo:
«¡Felices ustedes, los pobres, porque el Reino de Dios les pertenece!
¡Felices ustedes, los que ahora tienen hambre, porque serán saciados!
¡Felices ustedes, los que ahora lloran, porque reirán!
¡Felices ustedes, cuando los hombres los odien, los excluyan, los insulten y los proscriban, considerándolos infames a causa del Hijo del hombre!
¡Alégrense y llénense de gozo en ese día, porque la recompensa de ustedes será grande en el cielo!. ¡De la misma manera los padres de ellos trataban a los profetas!
Pero ¡ay de ustedes los ricos, porque ya tienen su consuelo!
¡Ay de ustedes, los que ahora están satisfechos, porque tendrán hambre!
¡Ay de ustedes, los que ahora ríen, porque conocerán la aflicción y las lágrimas!
¡Ay de ustedes cuando todos los elogien! ¡De la misma manera los padres de ellos trataban a los falsos profetas!»

 

Palabra del Señor

 


Padre Sebastián García sacerdote del Sagrado Corazón de Betharram

 

El evangelio de hoy tiene su paralelo en las bienaventuranzas de Mateo. Pero en Lucas, en vez de ser siete son cuatro: Felices los pobres, los que tienen hambre, los que lloran, los perseguidos…

Es el corazón del Evangelio. Todo lo que Jesús quise expresar en su mensaje se resume en las bienaventuranzas. Es el meollo del Evangelio y es lo que tenemos que buscar seguir y sobre todo hacer para poder vivir en nuestra vida coherentemente con los valores de Jesús.

Y si uno hace el esfuerzo de buscar entender y entonces poder así vivir, las bienaventuranzas son sinónimo de corazón inquieto. Como decía Agustín de Hipona. Es decir. El fundamento de las bienaventuranzas está en que aquel que quiera seguir a Jesús no puede ser una persona cómoda y que se ha comodado, que se ubicó, que encontró un lugar y decidió instalarse allí. Es lo que hoy se llamamos zona de confort o de propia seguridad. El Evangelio va ir siempre en contra de estructuras y modos de vida que asfixien la acción del Espíritu,  de la novedad siempre nueva del Evangelio de Jesús. De una o de otra manera, las bienaventuranzas nos revelan en el fondo del corazón que el mensaje de Jesús, el Reino, el Evangelio todo, no es para gente acomodada, que no quiera cambiar y que no se anime a mirar más allá de sí mismo, de su propia seguridad, de su propio confort, de su propia vida, de sus propias ideas fijas y permanentes, de dar vuelta siempre en círculos, como agua viciada que no llega a ningún lado.

La bienaventuranzas nos inspiran a “ir por más”. Por eso lo del corazón inquieto. Un corazón verdaderamente cristiano es un corazón pobre, porque no se aferra a las cosas y sabe vivir con austeridad y sobriedad. Viene bien preguntarnos de vez en cuando, cuando estamos a punto de comprar algo: “¿de veras necesito esto?”. Porque la Cultura del Consumo también se hace presente allí para imponernos por medio de la publicidad una necesidad que no tenemos. ¡Cuántos de nosotros hemos comprado muchas cosas que no necesitábamos! Vivir pobremente es vivir con el corazón desapegado de los bienes materiales. Es elegir vivir con lo justo y necesario. Porque de alguna manera, lo que  mí me sobra, a otro le falta.

Todo el texto nos habla entonces de insatisfacción e inconformidad. No porque perseguimos siempre el último modelo de todo, sino porque arde en nuestro corazón de creyente el querer aspirar a una vida más digna. No sólo para nosotros, sino para los siete mil millones de personas que caminan a diario los caminos de este mundo. Las bienaventuranzas nos hablan de un Jesús que nos propone vivir de una manera trascendente, mirando más allá y buscando con corazón apasionado construir un mundo de equidad, donde nadie sobre y donde nadie falte y lo común sea la propuesta de Francisco: construir la Cultura del Encuentro. Frente a tanta división, a tanta violencia, tanto odio, muerte y tanta guerra, ser constructores de paz, equidad, justicia, solidaridad, amor.

El evangelio de hoy es una acudida a nuestras conciencias. Sacudida fuerte. Pero sacudida al fin. Tanto, que los verdaderos exámenes de conciencia los tendríamos que hacer de cara a estas palabras de Jesús y no con los mandamientos. Los diez mandamientos son para todos los varones y mujeres de buena voluntad y que saben lo que está bien y lo que está mal. Las bienaventuranzas son para los fieles creyentes cristianos que se animan a mirar más allá. Con horizonte de trascendencia, se desacomodan y con corazón grande y generoso buscan vivir el mismo estilo de vida de Jesús: un judío albañil de las periferias de la Palestina del siglo I que por ser consecuente con el Espíritu de su Padre que también nos regala a cada uno de nosotros, supo entender que para ser coherente con su misión de salvarnos a todos y gritarnos que somos valiosos a los ojos de Dios, entregó su vida por amor.

Estemos dispuestos a lo mismo. Para vivir conforme a las bienaventuranzas. Y si no, ni siquiera nos esforcemos por querer ser cristianos.