Después que Judas salió, Jesús dijo: “Ahora el Hijo del hombre ha sido glorificado y Dios ha sido glorificado en él. Si Dios ha sido glorificado en él, también lo glorificará en sí mismo, y lo hará muy pronto.
Hijos míos, ya no estaré mucho tiempo con ustedes. Ustedes me buscarán, pero yo les digo ahora lo mismo que dije a los judíos: ‘A donde yo voy, ustedes no pueden venir’. Les doy un mandamiento nuevo: ámense los unos a los otros. Así como yo los he amado, ámense también ustedes los unos a los otros. En esto todos reconocerán que ustedes son mis discípulos: en el amor que se tengan los unos a los otros”.
El evangelio que nos regala la liturgia de hoy es un evangelio decisivo en lo que tiene que ver con nuestra fe cristiana. Porque de alguna manera encarna el único mandamiento de Jesús: “Les doy un mandamiento nuevo, ámense los unos a los otros. Así como como yo los he amado…” El mandamiento del amor; el único mandamiento que Jesús nos pide en el Evangelio.
Acudimos hoy en día a falsas interpretaciones de lo que es el amor. Entendemos que es una palabra manoseada, manipulada y no siempre bien utilizada. Algunos creen que el amor se hace, que el amor es un sueño o es una ilusión, una utopía; otros son los que piensan que el amor es un sentimiento o es algo tiene que ver con la pasión y que va y viene , desaparece y vuelve a aparecer en determinados momento de la vida.
Yo creo que tenemos ser contundentemente claros, desde nuestro modo de vivir nuestra fe y nuestra fe cristiana y proclamar que el amor no tiene nada que ver con hacerse, el amor no tiene nada que ver con los sentimientos, el amor no tiene nada que ver con cómo yo me siento en mi estado de ánimo. El amor es la convicción firme y fuerte que habita en el fondo de mi corazón y de mi alma por la cual yo todos los días quiero vivir, afrontando la vida desde los sentimientos del Corazón de Jesús. ¡Eso es el amor! El amor es una condición de vida, es la el secreto resorte, la motivación fundamental, la causa primera y la raíz última de todo cuanto soy, cuanto hago. El amor es lo que me motoriza a levantarme todas las mañanas y querer verdaderamente luchar por un mundo distinto y así aceptar la diferencia de los demás, incluso integrando el mal ajeno, tocando y palpando esas pasiones y esos dolores y las heridas de los demás.
El amor no tiene nada que ver con sentimientos que se pueden llegar a poner de moda ni con cosas esporádicas que sentimos un día y otro día dejamos de sentir. Si el amor lo podemos sentir, el amor más que nada lo vivimos. Porque como dice en San Ignacio de Loyola y tanto nos lo ha repetido nuestro querido Papa Francisco, va a estar más en las obras que las palabras.
Por eso es fuerte el evangelio de hoy: lo único que nos va a pedir Jesús en el Evangelio es que nos amemos los unos a los otros como él nos ha amado. Este es el legado de Jesús. Y esto es en lo cual nosotros vamos a ser reconocidos. Esto es interesante porque de esta manera los cristianos vamos ser conocidos y reconocidos en el mundo no por otras formas exteriores: ritos, cultos, celebraciones, eventos masivos, templos, hábitos y cruces que llevamos en el pecho… sino justamente por la capacidad de amar y de ser amados.
Y además hay un ingrediente especial. Porque Jesús termina diciendo en este mandato, -y justamente ese es el plus, el “magis”- y de alguna manera previniéndonos nos dice, que la medida del amor no es según cada uno de nosotros nos parezca; sino que la medida del amor la da él. ¿Qué significa todo esto? Significa que la medida del amor no es en según los cánones de mi propia voluntad de entendimiento y mucho menos por las ganas que yo pueda tener, sino justamente porque queremos amar como Jesús ama. Es por esto que la respuesta la tenemos que encontrar el misterio de la Pascua que estamos celebrando durante estos 50 días. La medida del amor de Jesús es que entrega su vida en la cruz por todos y cada uno de nosotros para liberarnos definitivamente el poder y la opresión del pecado en nuestra vida.
Entonces de alguna manera cambia ya no es vivir conforme a lo que yo creo que tiene que ser el amor sino que el amor tiene nombre y apellido: Jesús de Nazaret. De esta manera, la medida del amor es justamente amar como Jesús amó y no como nosotros por ahí caprichosamente se nos puede ocurrir o cada uno nosotros podemos pensar. El sentido más profundo del amor va hacer justamente entregar y entregar la vida.
Esto nos recuerda y hace eco en nuestra condición de discípulos misioneros. Porque va a ser que si nosotros verdaderamente queremos seguir de cerca el camino de Jesús nos la tenemos que jugar por el amor. Y jugar por el amor significa en cada cosa de nuestra vida poner lo mejor de nosotros, poner todo de mí para poder verdaderamente amar y amar con el mismo amor que Jesús tiene: entregando en la vida.
Claro que esto no significa una vez y para siempre sino justamente en lo pequeño de lo sencillo y lo cotidiano de cada día privilegiar al otro antes que nosotros, buscar el bien del otro y no pensar tanto en otras propias cosas. Salir al encuentro de los demás a recibir la vida como viene y desde ahí abrazarla, curar heridas, tocar llagas, escuchar historias, encontrar miradas y construir comunidad. El amor es en definitiva la belleza que va a cambiar el mundo porque nos desinstala de nosotros mismos y nos hace mirar la vida desde otra perspectiva y desde otra posición.
¡Qué lindo entonces poder vivir y correr este lindo desafío! Solamente el amor podrá ser verdaderamente la acción transformadora del mundo y así hacer de nuestra patria un lugar digno de ser vivido, una vida más justa, más fraterna y más solidaria, una patria hermanos donde a pesar de todas las diferencias tiremos todos para el mismo lado. Que el amor y sobre el amor a imagen del amor de Jesús, sea la fuerza creativa, capaz de hacer que nuestro mundo sea un mundo vivible, en el cual no haya gente que se siga cayendo del sistema y haya opresores que lo sigan tirando y excluyendo.
Que tengas un lindo domingo lleno de la Resurrección de Jesús. Y anímate por amor entregar la vida nada más y nada menos que para ser consecuente con el evangelio de Jesús.
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