Domingo 20 de Junio de 2021 – Evangelio según San Marcos 4,35-41

martes, 15 de junio de
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Al atardecer de ese mismo día, les dijo: “Crucemos a la otra orilla”. Ellos, dejando a la multitud, lo llevaron a la barca, así como estaba. Había otras barcas junto a la suya. Entonces se desató un fuerte vendaval, y las olas entraban en la barca, que se iba llenando de agua. Jesús estaba en la popa, durmiendo sobre el cabezal. Lo despertaron y le dijeron: “¡Maestro! ¿No te importa que nos ahoguemos?”. Despertándose, él increpó al viento y dijo al mar: “¡Silencio! ¡Cállate!”. El viento se aplacó y sobrevino una gran calma. Después les dijo: “¿Por qué tienen miedo? ¿Cómo no tienen fe?”. Entonces quedaron atemorizados y se decían unos a otros: “¿Quién es este, que hasta el viento y el mar le obedecen?”.

 

Palabra de Dios

Padre Marcelo Amaro Sacerdote Jesuita

 

 

Todo camino de maduración trae consigo dificultades, ya sea por la crisis que podamos experimentar o por los dolores propios de los duelos que acarrea el decir adiós a lo que dejamos atrás. Todo proceso de maduración, todo paso que damos, si sabemos a dónde vamos y a qué, dará lugar a la confianza, a la paciencia y a la esperanza.

La confianza que nos permite avanzar sabiéndonos acompañados y sostenidos por Dios que nos ama incondicionalmente; la paciencia que nos permite conocer y comprender nuestros miedos, para disponernos a hacer un camino de fortalecimiento, respetando nuestros tiempos; y la esperanza propia de quien está convencido de que el paso honesto y libre que damos para amar más plenamente, siempre es un camino hacia Dios, aún en las dificultades.

El Evangelio de hoy ayuda a reflexionar sobre nuestro camino de maduración. Es Jesús quien invita a sus discípulos a cruzar a la otra orilla, proponiendo emprender caminos, salir de comodidades para seguir, junto a Él, construyendo una realidad más justa y solidaria. Nos podríamos preguntar ¿Cuál es esa otra orilla a la que Jesús nos invita a cruzar? ¿Qué pasos de crecimiento, de maduración o de conversión nos sentimos impulsados a dar, más allá de nuestras resistencias?

Cuando los discípulos están en el lago se desató un fuerte vendaval y las olas entraban en la barca; los discípulos experimentan el miedo, y sienten que a Jesús no le importa que estén en peligro; aunque están juntos y cuentan unos con otros, se sienten solos. ¿Cuáles son nuestros miedos, esos que crecen tanto que nos hacen sentir a la deriva y sin apoyos; esos miedos que nos hacen perder la confianza en Dios, en la comunidad y en nosotros?

Siempre pienso que Jesús, estaría durmiendo durante el vendaval, porque confiaba en el Padre, y confiaba, también, en la destreza de sus amigos, pescadores experimentados. Nosotros podemos preguntar: ¿Somos conscientes, en medio de las dificultades, que Dios siempre nos regala la gracia suficiente para que perseveremos y para que sigamos avanzando? ¿Somos conscientes que Dios sí confía en nosotros?

Por último, vemos que cuando actúa Jesús sobreviene una gran calma. Esto deja a los discípulos asombrados y en su interior se suscita una pregunta clave: ¿Quién es éste, que hasta el viento y el mar le obedecen? Y entonces, podríamos preguntarnos por nuestra capacidad de asombrarnos por este Dios, revelado en Jesucristo, que trabaja cotidianamente por el bien de sus hijos, en esta historia y en este tiempo. ¿Cómo te sorprende el Señor? ¿Cómo te invita a profundizar en conocerlo más hondamente, para amarlo más y seguirlo? Éste Jesús está con nosotros, con cada uno y con la Iglesia; animémonos a crecer en una libertad que nos permita amar y servir más plenamente. Él siempre está con nosotros. Que Dios nos bendiga y nos fortalezca.